CONOCIMIENTO NIETZCHE
Nietzsche pone en duda que el afán de verdad sea el valor supremo para la cultura
occidental, ya que tanto la ciencia como la filosofía lo consideran supremo. Según él, este
impulso de buscar la verdad oculta, en su fondo, un afán de muerte y una negación de
la vida terrenal. Es decir, al exigir una verdad absoluta se reafirma la creencia en otro
mundo ilusorio, en una realidad trascendental que, al mismo tiempo, desvaloriza la
existencia que vivimos. Esta postura es característica de la moral platónica,
judeocristiana y de la tradición occidental, en la que se ha elevado la verdad y el bien
como ideas inmutables. Así, la conducta moral—y, por extensión, la adhesión a la ciencia
y la filosofía—se justifica únicamente cuando se vincula con la promesa de una
recompensa en otro mundo, lo que lleva a descuidar la vida presente.
Para Nietzsche, el hombre racional “descansa” en una creencia metafísica: la fe absoluta
de que “Dios es la verdad y la verdad es divina”. Esta misma fe ha sustentado, durante
siglos, la ética y los valores de la civilización occidental, pero resulta ser, en esencia, un
engaño. La razón, en lugar de descubrir una verdad objetiva y eterna, devela la falacia de
aquellos mitos que han servido para reprimir la vitalidad de la vida. La verdad, entendida
de forma absoluta, es una construcción que niega el dinamismo, la pasión y el cambio
propios a la existencia.
Nietzsche sostiene que los conceptos y las abstracciones—como “identidad”,
“sustancia” o “causa”—son meras metáforas creadas por el lenguaje para congelar la
realidad, que en su esencia es un constante cambio. La razón, al tratar de inmovilizar lo
dinámico mediante estos conceptos, se equivoca al intentar capturar lo infinito. El
lenguaje, producto de una estructura humana falible, impone una visión estática del
mundo, olvidando que la realidad se manifiesta a través de una multiplicidad de
interpretaciones y perspectivas, siempre sujetas a la transformación.
En este sentido, Nietzsche invita a reconocer que no existe una verdad absoluta, sino
solo interpretaciones humanas que deben estar al servicio de la voluntad de poder. Un
pensamiento es “verdadero” cuando posee la fuerza y la viveza necesarias para afirmar
la vida, incluso en medio del sufrimiento y la adversidad. Esta actitud, lejos de buscar
certezas inmutables, es la que permite renovar el “sí” a la existencia, impulsando al
individuo a crear nuevos valores y a afrontar la vida con pasión.
La frase “Dios ha muerto” significa que se está perdiendo la fe metafísica en Europa, pone
de manifiesto la crisis de certezas que vive el hombre occidental. Al desvanecerse el
ideal de verdad y de la moral absoluta, surge un dilema crucial: o se continúa
despreciando la vida terrenal, arriesgándose al nihilismo, o se opta por una afirmación
vital que permita la emergencia del Ultrahombre o Superhombre. Este nuevo tipo de ser,
lejos de buscar refugio en un otro mundo, se compromete a vivir la vida en su totalidad,
creando nuevos valores que reafirmen el carácter dinámico y trágico de la existencia.
SER HUMANO NIETZSCHE
Nietzsche critica la cultura occidental por haber caído en el nihilismo, es decir, en la
negación de la vida a través de falsas creencias metafísicas y valores que reprimen la
existencia terrenal. Esta crisis alcanza su máxima expresión en “el último hombre”, un
Nietzsche pone en duda que el afán de verdad sea el valor supremo para la cultura
occidental, ya que tanto la ciencia como la filosofía lo consideran supremo. Según él, este
impulso de buscar la verdad oculta, en su fondo, un afán de muerte y una negación de
la vida terrenal. Es decir, al exigir una verdad absoluta se reafirma la creencia en otro
mundo ilusorio, en una realidad trascendental que, al mismo tiempo, desvaloriza la
existencia que vivimos. Esta postura es característica de la moral platónica,
judeocristiana y de la tradición occidental, en la que se ha elevado la verdad y el bien
como ideas inmutables. Así, la conducta moral—y, por extensión, la adhesión a la ciencia
y la filosofía—se justifica únicamente cuando se vincula con la promesa de una
recompensa en otro mundo, lo que lleva a descuidar la vida presente.
Para Nietzsche, el hombre racional “descansa” en una creencia metafísica: la fe absoluta
de que “Dios es la verdad y la verdad es divina”. Esta misma fe ha sustentado, durante
siglos, la ética y los valores de la civilización occidental, pero resulta ser, en esencia, un
engaño. La razón, en lugar de descubrir una verdad objetiva y eterna, devela la falacia de
aquellos mitos que han servido para reprimir la vitalidad de la vida. La verdad, entendida
de forma absoluta, es una construcción que niega el dinamismo, la pasión y el cambio
propios a la existencia.
Nietzsche sostiene que los conceptos y las abstracciones—como “identidad”,
“sustancia” o “causa”—son meras metáforas creadas por el lenguaje para congelar la
realidad, que en su esencia es un constante cambio. La razón, al tratar de inmovilizar lo
dinámico mediante estos conceptos, se equivoca al intentar capturar lo infinito. El
lenguaje, producto de una estructura humana falible, impone una visión estática del
mundo, olvidando que la realidad se manifiesta a través de una multiplicidad de
interpretaciones y perspectivas, siempre sujetas a la transformación.
En este sentido, Nietzsche invita a reconocer que no existe una verdad absoluta, sino
solo interpretaciones humanas que deben estar al servicio de la voluntad de poder. Un
pensamiento es “verdadero” cuando posee la fuerza y la viveza necesarias para afirmar
la vida, incluso en medio del sufrimiento y la adversidad. Esta actitud, lejos de buscar
certezas inmutables, es la que permite renovar el “sí” a la existencia, impulsando al
individuo a crear nuevos valores y a afrontar la vida con pasión.
La frase “Dios ha muerto” significa que se está perdiendo la fe metafísica en Europa, pone
de manifiesto la crisis de certezas que vive el hombre occidental. Al desvanecerse el
ideal de verdad y de la moral absoluta, surge un dilema crucial: o se continúa
despreciando la vida terrenal, arriesgándose al nihilismo, o se opta por una afirmación
vital que permita la emergencia del Ultrahombre o Superhombre. Este nuevo tipo de ser,
lejos de buscar refugio en un otro mundo, se compromete a vivir la vida en su totalidad,
creando nuevos valores que reafirmen el carácter dinámico y trágico de la existencia.
SER HUMANO NIETZSCHE
Nietzsche critica la cultura occidental por haber caído en el nihilismo, es decir, en la
negación de la vida a través de falsas creencias metafísicas y valores que reprimen la
existencia terrenal. Esta crisis alcanza su máxima expresión en “el último hombre”, un