SIMULACRO 3: MIGUEL HERNÁNDEZ
“Te me mueres de casta y de sencilla”
Te me mueres de casta y de sencilla:
estoy convicto, amor, estoy confeso
de que, raptor intrépido de un beso,
yo te libé la flor de la mejilla.
Yo te libé la flor de la mejilla,
y desde aquella gloria, aquel suceso,
tu mejilla, de escrúpulo y de peso,
se te cae deshojada y amarilla.
El fantasma del beso delincuente
el pómulo te tiene perseguido,
cada vez más patente, negro y grande.
Y sin dormir estás, celosamente,
vigilando mi boca ¡con qué cuido!
para que no se vicie y se desmande.
(El rayo que no cesa, MIGUEL HERNÁNDEZ)
2- La poesía de Miguel Hernández se vertebra en torno a tres grandes motivos: la vida, el amor
y la muerte (“Llegó con tres heridas: / la del amor, / la de la muerte, / la de la vida”), que
muestran sus diversas caras a lo largo de su trayectoria poética. En El rayo que no cesa, los
temas oscilan en torno a la concepción, iniciación y experimentación amorosa (que genera el
deseo frustrado del poeta), así como al sufrimiento existencial producido por los estragos de la
vida (“Un carnívoro cuchillo/ de ala dulce y homicida”) y de la muerte (“Elegía a Ramón Sijé).
En este poema nos encontramos con un soneto que refleja el tema de la cuita o pena amorosa
que emana de la no materialización del deseo, por culpa de una moral estrecha y conservadora
(“Te me mueres de casta y de sencilla”), aunque no adquiere el tono dramático de otros
poemas. De esta manera, el sujeto poético (mediante un juego de desdoblamientos entre los
pronombres personales tú y yo) se confiesa ladrón de un beso (“convicto,/ raptor intrépido”,
“beso delincuente”) e interpreta el sentimiento de escrúpulo o vergüenza de la amada (“de
escrúpulo y de peso, / se te cae…”) como el deseo de mantener y guardar la castidad (“casta” y
sencilla...”; “celosamente / vigilando…”).
Este hecho produce la insatisfacción del sujeto poético en la relación amorosa, acentuada por
los límites que la amada y el ambiente restrictivo le imponen. Sin embargo, también se muestra
ufano del “glorioso triunfo del beso arrebatado” (“y desde aquella gloria, aquel suceso”), donde
“Te me mueres de casta y de sencilla”
Te me mueres de casta y de sencilla:
estoy convicto, amor, estoy confeso
de que, raptor intrépido de un beso,
yo te libé la flor de la mejilla.
Yo te libé la flor de la mejilla,
y desde aquella gloria, aquel suceso,
tu mejilla, de escrúpulo y de peso,
se te cae deshojada y amarilla.
El fantasma del beso delincuente
el pómulo te tiene perseguido,
cada vez más patente, negro y grande.
Y sin dormir estás, celosamente,
vigilando mi boca ¡con qué cuido!
para que no se vicie y se desmande.
(El rayo que no cesa, MIGUEL HERNÁNDEZ)
2- La poesía de Miguel Hernández se vertebra en torno a tres grandes motivos: la vida, el amor
y la muerte (“Llegó con tres heridas: / la del amor, / la de la muerte, / la de la vida”), que
muestran sus diversas caras a lo largo de su trayectoria poética. En El rayo que no cesa, los
temas oscilan en torno a la concepción, iniciación y experimentación amorosa (que genera el
deseo frustrado del poeta), así como al sufrimiento existencial producido por los estragos de la
vida (“Un carnívoro cuchillo/ de ala dulce y homicida”) y de la muerte (“Elegía a Ramón Sijé).
En este poema nos encontramos con un soneto que refleja el tema de la cuita o pena amorosa
que emana de la no materialización del deseo, por culpa de una moral estrecha y conservadora
(“Te me mueres de casta y de sencilla”), aunque no adquiere el tono dramático de otros
poemas. De esta manera, el sujeto poético (mediante un juego de desdoblamientos entre los
pronombres personales tú y yo) se confiesa ladrón de un beso (“convicto,/ raptor intrépido”,
“beso delincuente”) e interpreta el sentimiento de escrúpulo o vergüenza de la amada (“de
escrúpulo y de peso, / se te cae…”) como el deseo de mantener y guardar la castidad (“casta” y
sencilla...”; “celosamente / vigilando…”).
Este hecho produce la insatisfacción del sujeto poético en la relación amorosa, acentuada por
los límites que la amada y el ambiente restrictivo le imponen. Sin embargo, también se muestra
ufano del “glorioso triunfo del beso arrebatado” (“y desde aquella gloria, aquel suceso”), donde