“Elegía a Ramón Sijé”
2-
La poesía de Miguel Hernández se vertebra en torno a tres grandes motivos: la vida, el amor y
la muerte (“Llegó con tres heridas: / la del amor, / la de la muerte, / la de la vida”), que muestran
sus diversas caras a lo largo de su trayectoria poética. En El rayo que no cesa, los temas
oscilan en torno a la concepción, iniciación y experimentación amorosa (que genera el deseo
frustrado del poeta), así como el sufrimiento existencial producido por los estragos de la vida
(“Un carnívoro cuchillo/ de ala dulce y homicida”) y de la muerte (como en este poema:“Elegía a
Ramón Sijé”). Esta elegía es una de las composiciones más emblemáticas y conmovedoras del
poeta, escrita en homenaje a su mejor amigo, fallecido de manera prematura. La elegía
destaca por su profunda carga emocional y por ser una muestra del dolor sincero y desgarrador
del poeta ante la pérdida de un ser querido.
En este planto elegíaco (con un cierto tono de carta de despedida) nos encontramos con una
larga serie o tirada de tercetos endecasílabos encadenados, cuyo tema central es la muerte y
el dolor descarnado por la dramática y repentina pérdida. El tema central se va desplegando a
lo largo del poema mediante una estructura tripartita, que muestra, en una escala ascendente-
descendente, el sentimiento trágico del sujeto poético.
La primera parte abarca los seis primeros tercetos, donde el autor expresa su tristeza y
desazón posterior a la muerte de Ramón Sijé (“de la tierra que ocupas y estercolas”; es decir,
una vez que está enterrado”), ligada al ámbito de la naturaleza y las ocupaciones típicas de
ambos amigos (mediante la perífrasis verbal modal): “Yo quiero ser llorando el hortelano” y la
elipsis (“compañero del alma tan temprano”). La rabia, la ira y el dolor, como una forma de no
aceptación del suceso trágico, se desarrollan desde la séptima estrofa hasta la novena (v.v. 19-
33), en la que el sentimiento inicial de desolación es reemplazado por el de la ira contra
la“muerte enamorada” y “la vida desatenta” a las que el poeta no perdona: “no perdono a la
tierra ni a la nada”. En la tercera y última (v.v. 34-49, estrofas décima a decimosexta), el
sentimiento principal es transformado de nuevo de ira a añoranza (mediante la metempsicosis):
el sujeto poético evoca recuerdos pasados con su amigo y quiere que vuelva a la vida (a través
de los elementos de la naturaleza: “Volverás a mi huerto y a mi higuera / por los altos andamios
de las flores / pajareará mi alma colmenera”, y en las que le confiesa que todavía les queda
mucho camino por recorrer juntos: “que tenemos que hablar de muchas cosas / compañero del
alma, compañero”.
3. El poema presenta la forma externa de una dilatada serie o tirada de tercetos endecasílabos
encadenados con rima consonante. En la elección de esta rima estrófica hallamos la huella de
la tradición clásica, sobre todo, de La divina comedia de Dante Aliegueri; Petrarca en sus
Triunfos, así como en el Renacimiento español, donde fue utilizada por Garcilaso de la Vega
(Al duque d'Alba en la muerte de Don Bernaldino de Toledo) y Boscán.
Este texto se inserta en el poemario El rayo que no cesa. Fue escrito en 1936, fecha en la que
el estilo poético del autor ha experimentado una evolución notable con respecto a su primer
2-
La poesía de Miguel Hernández se vertebra en torno a tres grandes motivos: la vida, el amor y
la muerte (“Llegó con tres heridas: / la del amor, / la de la muerte, / la de la vida”), que muestran
sus diversas caras a lo largo de su trayectoria poética. En El rayo que no cesa, los temas
oscilan en torno a la concepción, iniciación y experimentación amorosa (que genera el deseo
frustrado del poeta), así como el sufrimiento existencial producido por los estragos de la vida
(“Un carnívoro cuchillo/ de ala dulce y homicida”) y de la muerte (como en este poema:“Elegía a
Ramón Sijé”). Esta elegía es una de las composiciones más emblemáticas y conmovedoras del
poeta, escrita en homenaje a su mejor amigo, fallecido de manera prematura. La elegía
destaca por su profunda carga emocional y por ser una muestra del dolor sincero y desgarrador
del poeta ante la pérdida de un ser querido.
En este planto elegíaco (con un cierto tono de carta de despedida) nos encontramos con una
larga serie o tirada de tercetos endecasílabos encadenados, cuyo tema central es la muerte y
el dolor descarnado por la dramática y repentina pérdida. El tema central se va desplegando a
lo largo del poema mediante una estructura tripartita, que muestra, en una escala ascendente-
descendente, el sentimiento trágico del sujeto poético.
La primera parte abarca los seis primeros tercetos, donde el autor expresa su tristeza y
desazón posterior a la muerte de Ramón Sijé (“de la tierra que ocupas y estercolas”; es decir,
una vez que está enterrado”), ligada al ámbito de la naturaleza y las ocupaciones típicas de
ambos amigos (mediante la perífrasis verbal modal): “Yo quiero ser llorando el hortelano” y la
elipsis (“compañero del alma tan temprano”). La rabia, la ira y el dolor, como una forma de no
aceptación del suceso trágico, se desarrollan desde la séptima estrofa hasta la novena (v.v. 19-
33), en la que el sentimiento inicial de desolación es reemplazado por el de la ira contra
la“muerte enamorada” y “la vida desatenta” a las que el poeta no perdona: “no perdono a la
tierra ni a la nada”. En la tercera y última (v.v. 34-49, estrofas décima a decimosexta), el
sentimiento principal es transformado de nuevo de ira a añoranza (mediante la metempsicosis):
el sujeto poético evoca recuerdos pasados con su amigo y quiere que vuelva a la vida (a través
de los elementos de la naturaleza: “Volverás a mi huerto y a mi higuera / por los altos andamios
de las flores / pajareará mi alma colmenera”, y en las que le confiesa que todavía les queda
mucho camino por recorrer juntos: “que tenemos que hablar de muchas cosas / compañero del
alma, compañero”.
3. El poema presenta la forma externa de una dilatada serie o tirada de tercetos endecasílabos
encadenados con rima consonante. En la elección de esta rima estrófica hallamos la huella de
la tradición clásica, sobre todo, de La divina comedia de Dante Aliegueri; Petrarca en sus
Triunfos, así como en el Renacimiento español, donde fue utilizada por Garcilaso de la Vega
(Al duque d'Alba en la muerte de Don Bernaldino de Toledo) y Boscán.
Este texto se inserta en el poemario El rayo que no cesa. Fue escrito en 1936, fecha en la que
el estilo poético del autor ha experimentado una evolución notable con respecto a su primer