Sexenio Democrático (1868-1874)
Se conoce por Sexenio Democrático o Revolucionario al periodo transcurrido desde el triunfo de la
revolución de septiembre de 1868 hasta el pronunciamiento de diciembre de 1874, que supuso el inicio de
la etapa conocida como Restauración.
En la actividad política de estos años se advierte la participación de cuatro bloques políticos (unionistas,
progresistas, demócratas y republicanos), en cuyo campo de acción intervienen también el movimiento
obrero, que empieza a manifestarse, y la cuestión de Cuba, iniciada en esa época.
El proceso político de los seis años de crisis revolucionaria se puede dividir en tres etapas:
Monarquía constitucional.
República federal.
República unitaria y presidencialista.
Antecedentes a la revolución de 1868
Las causas de la revolución.
España vive una coyuntura de crisis económica y política en los últimos años del reinado isabelino. Una
grave crisis económica en 1866, financiera, agraria e industrial, a la que se suma el deterioro del sistema
político.
a) La crisis financiera surge cuando la baja rentabilidad del ferrocarril provoca la quiebra de numerosos
bancos y empresas (de 21 bancos, cerraron 6). Por otra parte, el endeudamiento del Estado obligó a
aumentar la presión fiscal y elevar los impuestos, algo siempre muy impopular. La aprobación durante el
bienio progresista de la Ley de Ferrocarriles de 1855 hizo que muchos inversores dirigiesen sus capitales
hacia las compañías ferroviarias cuyas acciones experimentaron un gran auge alimentando así una espiral
especulativa. Pero cuando entraron en circulación las líneas se vio que las expectativas de beneficio que
tenían los inversores eran exageradas por el bajo nivel de desarrollo de la economía española, lo que
significaba que había pocas mercancías y pocos pasajeros para transportar. El valor de las acciones de las
compañías ferroviarias se desplomaron.
b) La crisis agraria de subsistencia. La sequía y las malas cosechas provocan carestía y hambre entre
la población. En los años 1867 y 1868 se produjeron muy malas cosechas. La primera subida del precio
del trigo se produjo en septiembre de 1866 debido a la escasez de trigo causada por las exportaciones
realizadas para reducir el déficit de la balanza comercial después de dos años de excelentes cosechas.
Para intentar paliar la crisis se aprobó un decreto en marzo de 1868 por el que se ponía fin al tradicional
política proteccionista y se dejaba totalmente libre del pago de aranceles la importación de trigos y de
harinas, aunque la medida se tomó no porque se hubiera asumido la teoría del liberalismo económico, sino
como repuesta al descontento popular y a las revueltas sociales de 1868.
En realidad se trataba de dos crisis económicas, una de carácter financiero debido al desarrollo
capitalista y que afectó a los empresarios y grandes inversores, y otra tradicional como era la crisis de
subsistencia que provocaría, escasez, hambre y revueltas.
c) La crisis industrial. El hundimiento de la industria textil en Cataluña se debió a la subida de los precios
del algodón, importado de los Estados Unidos en un momento de conflicto interno (la Guerra de Secesión
entre los Estados, el Norte contra el Sur de 1861 - 1865). También influyó el descenso de la demanda textil
en España.
d) La crisis política debida al deterioro y crisis del sistema isabelino, se debe a unos gobiernos en manos
de los moderados, acusados de corrupción, autoritarismo e inmoralidad.
También influyó la impopularidad de la reina Isabel II al rodearse en la Corte de personajes pintorescos
(su confesor el padre Claret, sor Patrocinio, monja milagrera con llagas o estigmas, y de amigos del rey
consorte Francisco de Asís) y la participación de la Marina de Guerra en la Guerra Hispano Sudamericana
o Guerra de Pacífico (1865 - 1866), que fue mal aceptada por el pueblo y los medios de comunicación (de
, allí surgió la celebrada frase del almirante Méndez Núñez de “más vale honra sin barcos, que barcos sin
honra”. En realidad fue una aventura de poco beneficio para España en el lejano Pacífico.
La crisis económica general aceleró el deterioro político de los moderados. El gobierno debía enfrentarse
a varios grupos hostiles:
- los inversores, que querían salvar su patrimonio;
- los industriales, que exigían un fuerte proteccionismo;
- y los campesinos y obreros, que no querían pasar más privaciones y que se veían perjudicados por el
proteccionismo que encarecía los precios. De alguna manera los españoles subvencionaban a los grandes
empresarios del textil catalán pagando por los productos catalanes un precio muy superior al que costarían,
de no haber proteccionismo, los textiles extranjeros.
Ante la falta de respuesta del gobierno se sucedieron varios alzamientos violentos, entre los que está el de
los Sargentos en el Cuartel de San Gil, que fue reducido por el general O’Donnell. Fueron fusiladas 66
personas, en su inmensa mayoría sargentos de artillería, y también algunos soldados. A pesar de eso la
reina insistió ante O'Donnell para que fueran fusilados inmediatamente todos los detenidos, alrededor de
unos mil, a lo que el jefe del gobierno se negó y se dijo que comentó: «¿Pues no ve esa señora que, si se
fusila a todos los soldados cogidos, va a derramarse tanta sangre que llegará hasta su alcoba y se ahogará
en ella?». Los condenados a muerte fueron fusilados junto a los muros exteriores de la plaza de toros, que
entonces estaba situada a un centenar escaso de metros de la Puerta de Alcalá, en Madrid.
O’Donnell fue sustituido de nuevo por el general Narváez y más tarde por González Bravo, quien
estableció una dictadura civil en la que gobernaba por decretos, ya que las Cortes permanecían
cerradas y no tenía oposición parlamentaria.
La destitución de O’Donnell fue una de las peores decisiones que tomaría Isabel II, dejando claro, al pueblo
y a los políticos progresistas que detrás de las decisiones de la reina se hallaba la mano del padre Claret,
feroz enemigo de O’Donnell desde el momento en que éste reconoció al nuevo reino de Italia,
enfrentándose al Papa.
Las prácticas dictatoriales de Narváez y González Bravo en los últimos gobiernos moderados
extendieron la impopularidad del régimen moderado y de la reina Isabel II, que siempre les había apoyado.
La crisis económica iniciada en 1866 acrecentó el descontento de la población.
La muerte de Narváez en la primavera de 1868 descabezó al partido que había detentando durante tantos
años el poder en España. Poco antes, la muerte de O'Donnell en 1867 ya había propiciado el
acercamiento de la Unión Liberal, ahora encabezada por el general Serrano, a los progresistas con el
propósito cada vez más definido de poner fin al reinado de Isabel de Borbón. Los progresistas, dirigidos
por el general Prim, y los demócratas, partidarios del sufragio universal, habían firmado en 1866 el
llamado Pacto de Ostende por el que se comprometían en el objetivo de derrocar a Isabel II. Una vez
conquistado el poder formarían unas Cortes constituyentes que establecerían la forma de gobierno desde
entonces: monarquía o república. El acercamiento al Pacto de buen número de unionistas supuso,
también, la incorporación de importantes militares al movimiento.
Finalmente la sublevación estalló el 18 de septiembre de 1868 iniciada por el unionista almirante Juan
Bautista Topete en Cádiz, quien subleva la armada allí fondeada. Los sublevados difunden un manifiesto
titulado "Viva España con honra", en el que exponían las razones de su levantamiento, que no eran otras
que la demanda de reformas políticas. En el manifiesto se pedía que tras exiliarse la reina se fundara un
nuevo gobierno sin exclusión de partidos. Prim, procedente del exilio en Londres, se unió a Topete y se
hicieron con Cádiz, Huelva y Sevilla, uniéndoseles otras guarniciones en todo el país. Al pronunciamiento
militar se sumaron rápidamente levantamientos populares en diversas zonas del país con la creación de
Juntas provinciales que respondían a las promesas de sufragio universal, de eliminación de impuestos, del
fin del reclutamiento forzoso y de una nueva constitución. En las ciudades, las Juntas revolucionarias,
formadas por demócratas y progresistas, asumieron el poder dotando al movimiento de un claro
significado revolucionario.
La crisis de subsistencia y los problemas del capitalismo que llevaron al cierre de empresas y al paro de
buen numero de obreros industriales y dificultades entre los campesinos llevó a las clases populares a
movilizarse a favor de la revolución y contra la reina y su gobierno. Finalmente, el gobierno y la reina se
quedaron sin apoyos, lo que facilitó el triunfo de la revolución. La batalla del puente de Alcolea (Córdoba)
el 28 de septiembre define la derrota de los partidarios de la reina. El ejército sublevado, bajo el mando del
general Serrano, y con el apoyo de millares de voluntarios desvanecieron las últimas esperanzas de la reina
Se conoce por Sexenio Democrático o Revolucionario al periodo transcurrido desde el triunfo de la
revolución de septiembre de 1868 hasta el pronunciamiento de diciembre de 1874, que supuso el inicio de
la etapa conocida como Restauración.
En la actividad política de estos años se advierte la participación de cuatro bloques políticos (unionistas,
progresistas, demócratas y republicanos), en cuyo campo de acción intervienen también el movimiento
obrero, que empieza a manifestarse, y la cuestión de Cuba, iniciada en esa época.
El proceso político de los seis años de crisis revolucionaria se puede dividir en tres etapas:
Monarquía constitucional.
República federal.
República unitaria y presidencialista.
Antecedentes a la revolución de 1868
Las causas de la revolución.
España vive una coyuntura de crisis económica y política en los últimos años del reinado isabelino. Una
grave crisis económica en 1866, financiera, agraria e industrial, a la que se suma el deterioro del sistema
político.
a) La crisis financiera surge cuando la baja rentabilidad del ferrocarril provoca la quiebra de numerosos
bancos y empresas (de 21 bancos, cerraron 6). Por otra parte, el endeudamiento del Estado obligó a
aumentar la presión fiscal y elevar los impuestos, algo siempre muy impopular. La aprobación durante el
bienio progresista de la Ley de Ferrocarriles de 1855 hizo que muchos inversores dirigiesen sus capitales
hacia las compañías ferroviarias cuyas acciones experimentaron un gran auge alimentando así una espiral
especulativa. Pero cuando entraron en circulación las líneas se vio que las expectativas de beneficio que
tenían los inversores eran exageradas por el bajo nivel de desarrollo de la economía española, lo que
significaba que había pocas mercancías y pocos pasajeros para transportar. El valor de las acciones de las
compañías ferroviarias se desplomaron.
b) La crisis agraria de subsistencia. La sequía y las malas cosechas provocan carestía y hambre entre
la población. En los años 1867 y 1868 se produjeron muy malas cosechas. La primera subida del precio
del trigo se produjo en septiembre de 1866 debido a la escasez de trigo causada por las exportaciones
realizadas para reducir el déficit de la balanza comercial después de dos años de excelentes cosechas.
Para intentar paliar la crisis se aprobó un decreto en marzo de 1868 por el que se ponía fin al tradicional
política proteccionista y se dejaba totalmente libre del pago de aranceles la importación de trigos y de
harinas, aunque la medida se tomó no porque se hubiera asumido la teoría del liberalismo económico, sino
como repuesta al descontento popular y a las revueltas sociales de 1868.
En realidad se trataba de dos crisis económicas, una de carácter financiero debido al desarrollo
capitalista y que afectó a los empresarios y grandes inversores, y otra tradicional como era la crisis de
subsistencia que provocaría, escasez, hambre y revueltas.
c) La crisis industrial. El hundimiento de la industria textil en Cataluña se debió a la subida de los precios
del algodón, importado de los Estados Unidos en un momento de conflicto interno (la Guerra de Secesión
entre los Estados, el Norte contra el Sur de 1861 - 1865). También influyó el descenso de la demanda textil
en España.
d) La crisis política debida al deterioro y crisis del sistema isabelino, se debe a unos gobiernos en manos
de los moderados, acusados de corrupción, autoritarismo e inmoralidad.
También influyó la impopularidad de la reina Isabel II al rodearse en la Corte de personajes pintorescos
(su confesor el padre Claret, sor Patrocinio, monja milagrera con llagas o estigmas, y de amigos del rey
consorte Francisco de Asís) y la participación de la Marina de Guerra en la Guerra Hispano Sudamericana
o Guerra de Pacífico (1865 - 1866), que fue mal aceptada por el pueblo y los medios de comunicación (de
, allí surgió la celebrada frase del almirante Méndez Núñez de “más vale honra sin barcos, que barcos sin
honra”. En realidad fue una aventura de poco beneficio para España en el lejano Pacífico.
La crisis económica general aceleró el deterioro político de los moderados. El gobierno debía enfrentarse
a varios grupos hostiles:
- los inversores, que querían salvar su patrimonio;
- los industriales, que exigían un fuerte proteccionismo;
- y los campesinos y obreros, que no querían pasar más privaciones y que se veían perjudicados por el
proteccionismo que encarecía los precios. De alguna manera los españoles subvencionaban a los grandes
empresarios del textil catalán pagando por los productos catalanes un precio muy superior al que costarían,
de no haber proteccionismo, los textiles extranjeros.
Ante la falta de respuesta del gobierno se sucedieron varios alzamientos violentos, entre los que está el de
los Sargentos en el Cuartel de San Gil, que fue reducido por el general O’Donnell. Fueron fusiladas 66
personas, en su inmensa mayoría sargentos de artillería, y también algunos soldados. A pesar de eso la
reina insistió ante O'Donnell para que fueran fusilados inmediatamente todos los detenidos, alrededor de
unos mil, a lo que el jefe del gobierno se negó y se dijo que comentó: «¿Pues no ve esa señora que, si se
fusila a todos los soldados cogidos, va a derramarse tanta sangre que llegará hasta su alcoba y se ahogará
en ella?». Los condenados a muerte fueron fusilados junto a los muros exteriores de la plaza de toros, que
entonces estaba situada a un centenar escaso de metros de la Puerta de Alcalá, en Madrid.
O’Donnell fue sustituido de nuevo por el general Narváez y más tarde por González Bravo, quien
estableció una dictadura civil en la que gobernaba por decretos, ya que las Cortes permanecían
cerradas y no tenía oposición parlamentaria.
La destitución de O’Donnell fue una de las peores decisiones que tomaría Isabel II, dejando claro, al pueblo
y a los políticos progresistas que detrás de las decisiones de la reina se hallaba la mano del padre Claret,
feroz enemigo de O’Donnell desde el momento en que éste reconoció al nuevo reino de Italia,
enfrentándose al Papa.
Las prácticas dictatoriales de Narváez y González Bravo en los últimos gobiernos moderados
extendieron la impopularidad del régimen moderado y de la reina Isabel II, que siempre les había apoyado.
La crisis económica iniciada en 1866 acrecentó el descontento de la población.
La muerte de Narváez en la primavera de 1868 descabezó al partido que había detentando durante tantos
años el poder en España. Poco antes, la muerte de O'Donnell en 1867 ya había propiciado el
acercamiento de la Unión Liberal, ahora encabezada por el general Serrano, a los progresistas con el
propósito cada vez más definido de poner fin al reinado de Isabel de Borbón. Los progresistas, dirigidos
por el general Prim, y los demócratas, partidarios del sufragio universal, habían firmado en 1866 el
llamado Pacto de Ostende por el que se comprometían en el objetivo de derrocar a Isabel II. Una vez
conquistado el poder formarían unas Cortes constituyentes que establecerían la forma de gobierno desde
entonces: monarquía o república. El acercamiento al Pacto de buen número de unionistas supuso,
también, la incorporación de importantes militares al movimiento.
Finalmente la sublevación estalló el 18 de septiembre de 1868 iniciada por el unionista almirante Juan
Bautista Topete en Cádiz, quien subleva la armada allí fondeada. Los sublevados difunden un manifiesto
titulado "Viva España con honra", en el que exponían las razones de su levantamiento, que no eran otras
que la demanda de reformas políticas. En el manifiesto se pedía que tras exiliarse la reina se fundara un
nuevo gobierno sin exclusión de partidos. Prim, procedente del exilio en Londres, se unió a Topete y se
hicieron con Cádiz, Huelva y Sevilla, uniéndoseles otras guarniciones en todo el país. Al pronunciamiento
militar se sumaron rápidamente levantamientos populares en diversas zonas del país con la creación de
Juntas provinciales que respondían a las promesas de sufragio universal, de eliminación de impuestos, del
fin del reclutamiento forzoso y de una nueva constitución. En las ciudades, las Juntas revolucionarias,
formadas por demócratas y progresistas, asumieron el poder dotando al movimiento de un claro
significado revolucionario.
La crisis de subsistencia y los problemas del capitalismo que llevaron al cierre de empresas y al paro de
buen numero de obreros industriales y dificultades entre los campesinos llevó a las clases populares a
movilizarse a favor de la revolución y contra la reina y su gobierno. Finalmente, el gobierno y la reina se
quedaron sin apoyos, lo que facilitó el triunfo de la revolución. La batalla del puente de Alcolea (Córdoba)
el 28 de septiembre define la derrota de los partidarios de la reina. El ejército sublevado, bajo el mando del
general Serrano, y con el apoyo de millares de voluntarios desvanecieron las últimas esperanzas de la reina