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TEMA 5: LA POESÍA LÍRICA DESDE 1940 A LOS AÑOS 70
Este periodo empieza con el fin de la Guerra Civil y el comienzo de la dictadura del general Francisco
Franco. La represión y la pobreza asolan la España de la posguerra. La pobreza cultural es palpable:
aislamiento, censura gubernamental y autocensura. Todo ello unido a la muerte, encarcelamiento y exilio
de la mayoría de los intelectuales. En las décadas de los sesenta y setenta, la dictadura se va debilitando y
se inicia una apertura a Europa. La muerte de Franco en 1975 da paso a una democracia que llegará hasta
nuestros días.
En cuanto a la poesía, tras la Guerra Civil la literatura española se resiente gravemente: muchos escritores
e intelectuales se exilian, y los que permanecen en España, con una literatura más evasiva o menos
comprometida, se adaptan a las circunstancias o evitan la censura como pueden. La poesía en el exilio
cuenta con autores como Juan Ramón Jiménez e integrantes de la Generación del 27 (Salinas, Cernuda,
Alberti). En sus primeras obras está presente el tema de España y la angustia existencial. Destaca León
Felipe (Ganarás la luz) con una poesía combativa, en un tono vehemente de resonancias quijotescas.
Mientras, en España solo hay dos caminos para la poesía: aprobar la situación actual o reflejar la
desesperanza en el presente y en el futuro. Estas posturas son definidas por Dámaso Alonso como
literatura arraigada y literatura desarraigada, respectivamente.
Poesía arraigada (1936-1944). Difundida por las revistas “Escorial” y “Garcilaso”, agrupa a autores que
escriben una poesía de forma clasicista y temas tradicionales: el amor, la familia, el paisaje y la religión.
Ofrece una visión positiva del mundo obviando la dura realidad española del momento. En años
posteriores, algunos de estos poetas abandonarán este clasicismo debido a un giro ideológico o búsqueda
de nuevas formas. Entre los más destacados están Luis Rosales, La casa encendida; Dionisio Ridruejo,
Sonetos a la piedra; Leopoldo Panero, Escrito a cada instante; José García Nieto, Víspera hacia ti; Luis
Felipe Vivanco, Continuación de la vida.
Poesía desarraigada, o existencialista (1944-1956). En torno a la revista “Espadaña” se reúne a una serie
de escritores que reclaman una poesía con mayor contenido humano y existencial, que refleje la
desgarradora realidad española. Comienza en 1944 con la publicación de Hijos de la ira, de Dámaso
Alonso; y Sombra del Paraíso, de Vicente Aleixandre. Abordan temas que son preocupaciones
existenciales: la muerte, el amor, la soledad, la desesperación. El estilo emplea un lenguaje de tono
trágico, y se usa el verso libre y el versículo. Refleja la vivencia individual del ser humano en tiempos de
angustia, dolor y falta de fe en el futuro. Destacan Blas de Otero, Gabriel Celaya y José Hierro.
Poesía social. En los años 50, la poesía desarraigada evoluciona hacia una poesía social: los escritores
salen de su conflicto interior y contemplan lo que sucede a su alrededor. La poesía es una herramienta
más con la que transformar la sociedad y denunciar la marginación, la injusticia, la falta de libertad o la
pobreza. Emplea un lenguaje claro de tono coloquial, pues va dirigida “a la mayoría”. Los títulos más
importantes son Pido la paz y la palabra, de Blas de Otero, Cantos iberos, de Gabriel Celaya y Quinta del
42, de José Hierro.
Generación de los 50 (1956-1964). A finales de los años 50 y principios de los 60 aparecen autores que
mantienen una actitud crítica sobre España y los asuntos políticos, pero muestran una mayor preocupación
por el intimismo, centrado en aspectos como el paso del tiempo contemplado con tristeza, el amor, la
infancia, la amistad o la creación poética. Sus poemas tienen un aire conversacional, tendencia a la
narratividad, y en ocasiones lenguaje familiar. En la métrica predomina el verso libre, sin descartar estrofas
clásicas. Los integrantes del grupo son Ángel González, Tratado de urbanismo; Claudio Rodríguez, Alianza
y condena; Jaime Gil de Biedma, Compañeros de viaje; José Ángel Valente, Poemas a Lázaro; José Agustín
Goytisolo, El retorno.
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TEMA 5: LA POESÍA LÍRICA DESDE 1940 A LOS AÑOS 70
Este periodo empieza con el fin de la Guerra Civil y el comienzo de la dictadura del general Francisco
Franco. La represión y la pobreza asolan la España de la posguerra. La pobreza cultural es palpable:
aislamiento, censura gubernamental y autocensura. Todo ello unido a la muerte, encarcelamiento y exilio
de la mayoría de los intelectuales. En las décadas de los sesenta y setenta, la dictadura se va debilitando y
se inicia una apertura a Europa. La muerte de Franco en 1975 da paso a una democracia que llegará hasta
nuestros días.
En cuanto a la poesía, tras la Guerra Civil la literatura española se resiente gravemente: muchos escritores
e intelectuales se exilian, y los que permanecen en España, con una literatura más evasiva o menos
comprometida, se adaptan a las circunstancias o evitan la censura como pueden. La poesía en el exilio
cuenta con autores como Juan Ramón Jiménez e integrantes de la Generación del 27 (Salinas, Cernuda,
Alberti). En sus primeras obras está presente el tema de España y la angustia existencial. Destaca León
Felipe (Ganarás la luz) con una poesía combativa, en un tono vehemente de resonancias quijotescas.
Mientras, en España solo hay dos caminos para la poesía: aprobar la situación actual o reflejar la
desesperanza en el presente y en el futuro. Estas posturas son definidas por Dámaso Alonso como
literatura arraigada y literatura desarraigada, respectivamente.
Poesía arraigada (1936-1944). Difundida por las revistas “Escorial” y “Garcilaso”, agrupa a autores que
escriben una poesía de forma clasicista y temas tradicionales: el amor, la familia, el paisaje y la religión.
Ofrece una visión positiva del mundo obviando la dura realidad española del momento. En años
posteriores, algunos de estos poetas abandonarán este clasicismo debido a un giro ideológico o búsqueda
de nuevas formas. Entre los más destacados están Luis Rosales, La casa encendida; Dionisio Ridruejo,
Sonetos a la piedra; Leopoldo Panero, Escrito a cada instante; José García Nieto, Víspera hacia ti; Luis
Felipe Vivanco, Continuación de la vida.
Poesía desarraigada, o existencialista (1944-1956). En torno a la revista “Espadaña” se reúne a una serie
de escritores que reclaman una poesía con mayor contenido humano y existencial, que refleje la
desgarradora realidad española. Comienza en 1944 con la publicación de Hijos de la ira, de Dámaso
Alonso; y Sombra del Paraíso, de Vicente Aleixandre. Abordan temas que son preocupaciones
existenciales: la muerte, el amor, la soledad, la desesperación. El estilo emplea un lenguaje de tono
trágico, y se usa el verso libre y el versículo. Refleja la vivencia individual del ser humano en tiempos de
angustia, dolor y falta de fe en el futuro. Destacan Blas de Otero, Gabriel Celaya y José Hierro.
Poesía social. En los años 50, la poesía desarraigada evoluciona hacia una poesía social: los escritores
salen de su conflicto interior y contemplan lo que sucede a su alrededor. La poesía es una herramienta
más con la que transformar la sociedad y denunciar la marginación, la injusticia, la falta de libertad o la
pobreza. Emplea un lenguaje claro de tono coloquial, pues va dirigida “a la mayoría”. Los títulos más
importantes son Pido la paz y la palabra, de Blas de Otero, Cantos iberos, de Gabriel Celaya y Quinta del
42, de José Hierro.
Generación de los 50 (1956-1964). A finales de los años 50 y principios de los 60 aparecen autores que
mantienen una actitud crítica sobre España y los asuntos políticos, pero muestran una mayor preocupación
por el intimismo, centrado en aspectos como el paso del tiempo contemplado con tristeza, el amor, la
infancia, la amistad o la creación poética. Sus poemas tienen un aire conversacional, tendencia a la
narratividad, y en ocasiones lenguaje familiar. En la métrica predomina el verso libre, sin descartar estrofas
clásicas. Los integrantes del grupo son Ángel González, Tratado de urbanismo; Claudio Rodríguez, Alianza
y condena; Jaime Gil de Biedma, Compañeros de viaje; José Ángel Valente, Poemas a Lázaro; José Agustín
Goytisolo, El retorno.
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