LA CRISIS POLÍTICA Y SOCIAL DE LA RESTAURACIÓN
(1902-1931)
En 1902 Alfonso XIII alcanza la mayoría de edad iniciando la segunda etapa del período conocido como de
la Restauración, período que había de asegurar la modernización de España. Los temores a una verdadera
apertura condicionaron las reformas y acabaron por mantener el modelo sin cambios de consideración, lo que
llevaría a su quiebra definitiva.
La Restauración intentó resolver los problemas de España mediante la aplicación de la fórmula “soluciones
desde arriba”. Pero fracasó porque los sectores que ejercían tradicionalmente el poder (terratenientes, Iglesia
y grandes financieros e industriales) rechazaron en todo momento renunciar a sus privilegios políticos y
económicos, tan sólidamente mantenidos a través del control de los caciques, ni admitieron ninguna reforma
fiscal que generara al Estado nuevos recursos para poner en práctica el programa regeneracionista sin, por
ello, exprimir aún más a las clases populares.
Los Problemas de España
Al inicio del siglo XX los problemas de España se pueden reunir en cuatro grandes bloques:
1) Retraso Económico y Cultural: El injusto reparto de la riqueza propiciaba las reivindicaciones del
movimiento obrero y de los jornaleros del campo, en una sociedad más radicalizada y dividida.
2) Régimen político corrupto y falso: Las instituciones más importantes no representaban al pueblo y las
elecciones eran manipuladas desde el Ministerio de Gobernación por:
caciques locales
gobernadores civiles
alcaldes
3) Ejército inadecuado: la derrota en Cuba había dejado una penosa sensación en el Ejército, que había
perdido prestigio y se consideraba traicionado por los políticos. Con un material anticuado y un exceso de
mandos el Ejército español precisaba de una remodelación y modernización. Pero el Ejército estaba dolido por
la actitud de los gobiernos, a los que consideraban responsables de las derrotas, al tiempo que las guerras
coloniales alejaron al Ejército de las clases populares, verdaderas víctimas de las guerras (muerte,
enfermedad, pérdida de jornales, injustas levas, empobrecimiento de las familias, …).
4) Nacionalismos emergentes: Los militares percibían los nacionalismos como una amenaza en su
concepto de patria. La pérdida de las provincias de ultramar en 1898 había dañado el mismo nacionalismo
español y le hacía especialmente sensible a cualquier consideración sobre el concepto de unidad. Las
burguesías acaudaladas y empresariales, especialmente la catalana, dejaron de confiar en el Estado y
buscaron otras alternativas (autonomía primero, e independencia quizá).
El Impacto del Desastre (1898-1902)
La derrota española ante la emergente potencia de los Estados Unidos constituyó un desastre moral para la
sociedad española del momento, pero en sí mismo el fin del imperio colonial no supuso ninguna catástrofe
nacional:
el régimen monárquico continuó respaldado por los partidos dinásticos (Conservador y Liberal)
los partidos dinásticos, gracias al turnismo, continuaron alternándose en el poder en un Parlamento que
tenía mayorías cómodas, a pesar de la aparición de nuevos partidos (republicanos, regionalistas, socialistas)
opuestos al sistema pero marginados por el modelo imperante
la Hacienda Pública consiguió cierto equilibrio después de los grandes gastos que habían supuesto las
guerras coloniales
hubo un retorno de capital de la Isla de Cuba hacia España que fue invertido en la industria nacional
Con todo, el impacto de los sucesos de 1898 significó el inicio de una crisis lenta del poder del Estado. En
los partidos dinásticos la división interna abrió camino a una creciente inestabilidad política que, en
buena medida, vino propiciada por la desaparición de sus líderes históricos y la falta de reemplazo. La
periferia perdió confianza en la idea de una nación unitaria y centralista exigiéndose, cada vez más,
soluciones encaminadas hacia la autonomía en ciertos sectores, como el económico.
, La extensión del tejido industrial posibilitaba el fortalecimiento del movimiento obrero. El sistema de la
Restauración tuvo que hacer frente a la oposición política e ideológica del movimiento obrero y de una parte
de las clases medias urbanas, que no se sentían representados por los partidos oficiales, desconfiaban del
Ejército y señalaban a la Iglesia como cómplice del poder. Este sector de la política y la sociedad españolas
generaron críticas que lanzaron contra la corrupción política y que los intelectuales de la generación del 98
recogieron. Este ideario alimentaría el renacer del movimiento republicano. Ante el deterioro imparable de la
Monarquía, la República volvió a ser una solución para algunos españoles, en un número que sería creciente
con las sucesivas crisis del primer tercio del siglo.
Se extiende como solución el llamado regeneracionismo. El Regeneracionismo es un movimiento intelectual y
político que aborda la causa de los males de España, su inoperancia política, el mediocre papel de España
entre las naciones desarrolladas, la e instrucción del pueblo español, … y los males que impiden que España
ocupe su lugar entre las naciones señeras del progreso. Muchos políticos e intelectuales meditaron sobre la
raíz de los problemas en el período final del XIX e inicios del XX. Mantiene semejanzas con otros movimientos
como la Generación del 98, pero mientras que el 98 se mueve en el terreno de la literatura, el arte y el
pensamiento, los regeneracionistas abordan la casuística de España de un forma más fría, objetiva y, casi,
científica.
Sin discusión, su principal representante fue el aragonés Joaquín Costa quien hizo célebre su advocación de
"Escuela, Despensa y siete llaves al sepulcro del Cid", palabras que defendían con clara rotundidad la
necesidad de sobreponer la cultura, el progreso y la economía, es decir, la mejora sustancial de la nación y
sus habitantes sobre cualquier otra manifestación de orgullo historicista que justificara con grandezas pasadas
los errores del presente. La hidalguía pobre pero orgullosa y quijotesca era destruida por una racionalización
y modernización de las estructuras.
Desde un punto cronológico hay que reconocer que la crisis colonial de 1898 favoreció la aparición de
movimientos que, desde una óptica cultural o política, criticaron el sistema de la Restauración y propugnaron
la necesidad de una regeneración y modernización de la política española. Tras el 98 surgieron una serie de
movimientos regeneracionistas que contaron con cierto respaldo de las clases medias .
También se defendía la necesidad de organizar a los sectores productivos de la vida española al margen del
turno dinástico con unos nuevos planteamientos que incluyesen el desmantelamiento del sistema caciquil y
la transparencia electoral.
Finalmente, la derrota militar supuso también un importante cambio en la mentalidad de los militares, que se
inclinaron en buena parte hacia posturas más autoritarias e intransigentes frente a la ola de antimilitarismo
que siguió al "desastre" haciendo que algunos militares derivasen hacia posturas regeneracionistas, si bien
con un marcado carácter autoritario que podría abrir la puerta a actitudes dictatoriales y al retorno del
Ejército a la vida política, contra lo que tanto había luchado Cánovas del Castillo .
En 1899, la Reina Regente entregó su confianza a un nuevo líder conservador, Francisco Silvela, quien
convocó elecciones. El nuevo gobierno mostró una cierta voluntad de renovación, dando entrada a algunas
figuras ajenas a la política anterior, como el general Polavieja o el regionalista conservador Manuel Durán y
Bas. Se inició una política reformista, se esbozaron proyectos de descentralización administrativa, y se
impulsó una política presupuestaria que aumentaba los tributos sobre los productos de primera necesidad y
creaba nuevos impuestos para hacer frente a las deudas contraídas durante la guerra. La nueva organización
de las cargas fiscales forzaron una huelga de contribuyentes y los ministros más renovadores acabaron
dimitiendo ante las dificultades que debían afrontar sus propuestas de reforma. El espíritu de "regeneración" en
el gobierno había durado escasamente un año.
En realidad el regeneracionismo iba contra las estructuras rígidas del país que contrastaban con el
entusiasmo de algunos que no encontraban una vía para su manifestación. Convivía una España oficial
paralelamente a una España real que no era capaz de liberarse de las ataduras. Se argumentaban razones
históricas y hasta telúricas como el clima adverso y la geografía hostil, pero lo más señalado en las críticas era
la clase política instalada confortablemente en el sistema turnista apoyada en oligarquías locales y caciques.
El Parlamento era falso y se construía sobre el pactado engaño en unas elecciones dirigidas desde arriba y con
un resultado decidido con anterioridad.
Joaquín Costa, y otros, hablaban de la necesidad de un cirujano de hierro que interviniese quirúrgicamente al
cuerpo enfermo de España. Se hablaba de fortalecer el ejecutivo y recortar el legislativo, de establecer
programas de reconstrucción nacional, promoción de la industria propia, inversiones en infraestructuras,
y, finalmente, la instrucción pública para elevar el nivel de vida de los españoles.
(1902-1931)
En 1902 Alfonso XIII alcanza la mayoría de edad iniciando la segunda etapa del período conocido como de
la Restauración, período que había de asegurar la modernización de España. Los temores a una verdadera
apertura condicionaron las reformas y acabaron por mantener el modelo sin cambios de consideración, lo que
llevaría a su quiebra definitiva.
La Restauración intentó resolver los problemas de España mediante la aplicación de la fórmula “soluciones
desde arriba”. Pero fracasó porque los sectores que ejercían tradicionalmente el poder (terratenientes, Iglesia
y grandes financieros e industriales) rechazaron en todo momento renunciar a sus privilegios políticos y
económicos, tan sólidamente mantenidos a través del control de los caciques, ni admitieron ninguna reforma
fiscal que generara al Estado nuevos recursos para poner en práctica el programa regeneracionista sin, por
ello, exprimir aún más a las clases populares.
Los Problemas de España
Al inicio del siglo XX los problemas de España se pueden reunir en cuatro grandes bloques:
1) Retraso Económico y Cultural: El injusto reparto de la riqueza propiciaba las reivindicaciones del
movimiento obrero y de los jornaleros del campo, en una sociedad más radicalizada y dividida.
2) Régimen político corrupto y falso: Las instituciones más importantes no representaban al pueblo y las
elecciones eran manipuladas desde el Ministerio de Gobernación por:
caciques locales
gobernadores civiles
alcaldes
3) Ejército inadecuado: la derrota en Cuba había dejado una penosa sensación en el Ejército, que había
perdido prestigio y se consideraba traicionado por los políticos. Con un material anticuado y un exceso de
mandos el Ejército español precisaba de una remodelación y modernización. Pero el Ejército estaba dolido por
la actitud de los gobiernos, a los que consideraban responsables de las derrotas, al tiempo que las guerras
coloniales alejaron al Ejército de las clases populares, verdaderas víctimas de las guerras (muerte,
enfermedad, pérdida de jornales, injustas levas, empobrecimiento de las familias, …).
4) Nacionalismos emergentes: Los militares percibían los nacionalismos como una amenaza en su
concepto de patria. La pérdida de las provincias de ultramar en 1898 había dañado el mismo nacionalismo
español y le hacía especialmente sensible a cualquier consideración sobre el concepto de unidad. Las
burguesías acaudaladas y empresariales, especialmente la catalana, dejaron de confiar en el Estado y
buscaron otras alternativas (autonomía primero, e independencia quizá).
El Impacto del Desastre (1898-1902)
La derrota española ante la emergente potencia de los Estados Unidos constituyó un desastre moral para la
sociedad española del momento, pero en sí mismo el fin del imperio colonial no supuso ninguna catástrofe
nacional:
el régimen monárquico continuó respaldado por los partidos dinásticos (Conservador y Liberal)
los partidos dinásticos, gracias al turnismo, continuaron alternándose en el poder en un Parlamento que
tenía mayorías cómodas, a pesar de la aparición de nuevos partidos (republicanos, regionalistas, socialistas)
opuestos al sistema pero marginados por el modelo imperante
la Hacienda Pública consiguió cierto equilibrio después de los grandes gastos que habían supuesto las
guerras coloniales
hubo un retorno de capital de la Isla de Cuba hacia España que fue invertido en la industria nacional
Con todo, el impacto de los sucesos de 1898 significó el inicio de una crisis lenta del poder del Estado. En
los partidos dinásticos la división interna abrió camino a una creciente inestabilidad política que, en
buena medida, vino propiciada por la desaparición de sus líderes históricos y la falta de reemplazo. La
periferia perdió confianza en la idea de una nación unitaria y centralista exigiéndose, cada vez más,
soluciones encaminadas hacia la autonomía en ciertos sectores, como el económico.
, La extensión del tejido industrial posibilitaba el fortalecimiento del movimiento obrero. El sistema de la
Restauración tuvo que hacer frente a la oposición política e ideológica del movimiento obrero y de una parte
de las clases medias urbanas, que no se sentían representados por los partidos oficiales, desconfiaban del
Ejército y señalaban a la Iglesia como cómplice del poder. Este sector de la política y la sociedad españolas
generaron críticas que lanzaron contra la corrupción política y que los intelectuales de la generación del 98
recogieron. Este ideario alimentaría el renacer del movimiento republicano. Ante el deterioro imparable de la
Monarquía, la República volvió a ser una solución para algunos españoles, en un número que sería creciente
con las sucesivas crisis del primer tercio del siglo.
Se extiende como solución el llamado regeneracionismo. El Regeneracionismo es un movimiento intelectual y
político que aborda la causa de los males de España, su inoperancia política, el mediocre papel de España
entre las naciones desarrolladas, la e instrucción del pueblo español, … y los males que impiden que España
ocupe su lugar entre las naciones señeras del progreso. Muchos políticos e intelectuales meditaron sobre la
raíz de los problemas en el período final del XIX e inicios del XX. Mantiene semejanzas con otros movimientos
como la Generación del 98, pero mientras que el 98 se mueve en el terreno de la literatura, el arte y el
pensamiento, los regeneracionistas abordan la casuística de España de un forma más fría, objetiva y, casi,
científica.
Sin discusión, su principal representante fue el aragonés Joaquín Costa quien hizo célebre su advocación de
"Escuela, Despensa y siete llaves al sepulcro del Cid", palabras que defendían con clara rotundidad la
necesidad de sobreponer la cultura, el progreso y la economía, es decir, la mejora sustancial de la nación y
sus habitantes sobre cualquier otra manifestación de orgullo historicista que justificara con grandezas pasadas
los errores del presente. La hidalguía pobre pero orgullosa y quijotesca era destruida por una racionalización
y modernización de las estructuras.
Desde un punto cronológico hay que reconocer que la crisis colonial de 1898 favoreció la aparición de
movimientos que, desde una óptica cultural o política, criticaron el sistema de la Restauración y propugnaron
la necesidad de una regeneración y modernización de la política española. Tras el 98 surgieron una serie de
movimientos regeneracionistas que contaron con cierto respaldo de las clases medias .
También se defendía la necesidad de organizar a los sectores productivos de la vida española al margen del
turno dinástico con unos nuevos planteamientos que incluyesen el desmantelamiento del sistema caciquil y
la transparencia electoral.
Finalmente, la derrota militar supuso también un importante cambio en la mentalidad de los militares, que se
inclinaron en buena parte hacia posturas más autoritarias e intransigentes frente a la ola de antimilitarismo
que siguió al "desastre" haciendo que algunos militares derivasen hacia posturas regeneracionistas, si bien
con un marcado carácter autoritario que podría abrir la puerta a actitudes dictatoriales y al retorno del
Ejército a la vida política, contra lo que tanto había luchado Cánovas del Castillo .
En 1899, la Reina Regente entregó su confianza a un nuevo líder conservador, Francisco Silvela, quien
convocó elecciones. El nuevo gobierno mostró una cierta voluntad de renovación, dando entrada a algunas
figuras ajenas a la política anterior, como el general Polavieja o el regionalista conservador Manuel Durán y
Bas. Se inició una política reformista, se esbozaron proyectos de descentralización administrativa, y se
impulsó una política presupuestaria que aumentaba los tributos sobre los productos de primera necesidad y
creaba nuevos impuestos para hacer frente a las deudas contraídas durante la guerra. La nueva organización
de las cargas fiscales forzaron una huelga de contribuyentes y los ministros más renovadores acabaron
dimitiendo ante las dificultades que debían afrontar sus propuestas de reforma. El espíritu de "regeneración" en
el gobierno había durado escasamente un año.
En realidad el regeneracionismo iba contra las estructuras rígidas del país que contrastaban con el
entusiasmo de algunos que no encontraban una vía para su manifestación. Convivía una España oficial
paralelamente a una España real que no era capaz de liberarse de las ataduras. Se argumentaban razones
históricas y hasta telúricas como el clima adverso y la geografía hostil, pero lo más señalado en las críticas era
la clase política instalada confortablemente en el sistema turnista apoyada en oligarquías locales y caciques.
El Parlamento era falso y se construía sobre el pactado engaño en unas elecciones dirigidas desde arriba y con
un resultado decidido con anterioridad.
Joaquín Costa, y otros, hablaban de la necesidad de un cirujano de hierro que interviniese quirúrgicamente al
cuerpo enfermo de España. Se hablaba de fortalecer el ejecutivo y recortar el legislativo, de establecer
programas de reconstrucción nacional, promoción de la industria propia, inversiones en infraestructuras,
y, finalmente, la instrucción pública para elevar el nivel de vida de los españoles.