APROXIMACION A LA TEORIA DEL DERECHO.
Lección 2
DERECHO, PODER Y SOCIEDAD
1. LA UBICUIDAD DEL DERECHO
¿Por qué el derecho?
Siguiendo los pasos del filósofo de Edimburgo, Hart señala, que los alimentos, la ropa y el
resguardo no se encuentran en abundancia, sino que son escasos, tienen que crecer por la
naturaleza o ser ganadas a ella o necesitan ser construidas por el esfuerzo humano. La
propiedad privada actúa, por tanto, como un estímulo para crear un excedente de
provisiones que sirvan de sustento a la vida humana y evitar las
hambrunas. Vulnerabilidad humana. "La naturaleza humana ha hecho a los hombres tan
iguales en sus facultades de cuerpo y alma, que aunque pueden encontrarse en ocasiones a
hombres físicamente más fuertes o mentalmente más ágiles que nosotros, cuando
consideramos todo junto, la diferencia entre hombre y hombre no es tan apreciable como
para justificar que un individuo reclame para sí cualquier beneficio que cualquier otro
individuo no pueda reclamar con igual derecho".
Para Hart, este rasgo de la naturaleza humana hace evidente la necesidad de un sistema de
abstenciones y concesiones mutuas, que está en la base tanto de la obligación jurídica
como de la obligación moral. La igualdad aproximada, junto al altruismo
limitado, explicarían la necesidad de normas dinámicas, como las que regulan los
contratos, para hacer posible una cooperación social basada en un intercambio libre de
bienes y servicios entre individuos racionales. Los hombres no somos ni ángeles ni
demonios sino una mezcla de racionalidad o egoísmo y razonabilidad o sentido de la
justicia. Los hombres no son completamente egoístas, ya que tienen intereses
desinteresados en la supervivencia y bienestar de sus semejantes, pero su altruismo es
limitado en su extensión e intermitente y las tendencias a la agresión son lo bastante
frecuentes como para ser fatales para la vida social ni no se las controla.
Kant hablaba en este sentido de la «insociable insociabilidad de los hombres» para poner
, de manifiesto cómo la inclinación de los hombres de vivir en sociedad es inseparable de
una hostilidad que amenaza constantemente con disolver esa sociedad. La moral y, sobre
todo, el derecho, aparecen para reemplazar esta falta de simpatía natural entre los
hombres.
Sin normas que prohíben el uso de la violencia y posibilitan y garantizan una mínima
cooperación, la vida en sociedad sería imposible ya que los hombres se verían a
arrastrados a un estado de violencia, inseguridad y desconfianza mutua. La mayoría sí son
capaces de llegar a la conclusión de que, si valoran sus intereses globales y no sólo los
más inmediatos, la existencia de un sistema de normas que prohíba el uso de la fuerza y
garantice la cooperación social redunda en su propio bienestar. Sin embargo, no todos los
hombres poseen la comprensión de los intereses a largo plazo ni la fuerza de voluntad de
la que dependen los distintos motivos para obedecer. No todos poseen la inteligencia
suficiente para comprender la utilidad final del sacrificio de los intereses inmediatos que
conlleva la obediencia de las normas de conducta.
Entre los que sí la poseen hay, empero, quienes carecen de la voluntad suficiente para no
dejarse arrastrar por la satisfacción de los intereses más inmediatos y desobedecer las
normas, sabedores de que los demás no harán lo mismo. Para obligar a éstos y los
anteriores, es precisa la institucionalización y aplicación regular de sanciones coactivas
que hagan que la conducta contraria a las normas resulte menos rentable que la obediencia
a éstas. " Así pues, si es virtuosa, los hombres los hombres entran en sociedad gracias a la
virtud y, si es viciosa, el efecto es el mismo". Siendo egoístas de este último modo, la
mayoría de los hombres son capaces de llegar a la conclusión de que, si valoran sus
intereses globales y no sólo los más inmediatos, la existencia de un sistema de normas que
prohíba el uso de la fuerza y garantice la cooperación social redunda en su propio
bienestar.
Como se desprende del dilema del prisionero, si se es auténticamente egoísta, se debe
cooperar y si la cooperación sólo es posible en virtud de un sistema de normas dictadas
por una autoridad, entonces también cabe concluir que si se es realmente egoísta, se debe
obedecer el derecho.
2. La utopía de una sociedad sin Derecho
El Paraíso relatado en la Biblia, o la Edad de Oro de la literatura clásica, muestran la imagen
de un mundo donde no se dan las circunstancias señaladas por Hart que explicaran la
necesidad de la justicia y el Derecho. Si algunas de las circunstancias que hemos
señalado, desaparecieran, también lo haría el derecho. En algunos casos, se vincula la
posibilidad de un mundo sin derecho a la mejora moral de los individuos, a la posibilidad de
hacerlo más altruistas de lo que, por naturaleza o costumbre, han venido siendo a
través, fundamentalmente, de religión. Sin embargo, es mucho más frecuente encontrar
asociada la utopía de un mundo sin derecho al fin la escasez de recursos.
Partiendo de la tesis rousseauniana de que el hombre es bueno por naturaleza y es la
desigualdad social y la propiedad privada terminan corrompiéndolo l , tanto el anarquismo
como, sobre todo, el marxismo sostiene que la única causa de los conflictos que explican la
existencia del derecho el inadecuado modo de explotar los recursos y organizar la producción
que ha dominado la humanidad desde sus inicios. Ninguno de ellos, ni el esclavista, ni el
Lección 2
DERECHO, PODER Y SOCIEDAD
1. LA UBICUIDAD DEL DERECHO
¿Por qué el derecho?
Siguiendo los pasos del filósofo de Edimburgo, Hart señala, que los alimentos, la ropa y el
resguardo no se encuentran en abundancia, sino que son escasos, tienen que crecer por la
naturaleza o ser ganadas a ella o necesitan ser construidas por el esfuerzo humano. La
propiedad privada actúa, por tanto, como un estímulo para crear un excedente de
provisiones que sirvan de sustento a la vida humana y evitar las
hambrunas. Vulnerabilidad humana. "La naturaleza humana ha hecho a los hombres tan
iguales en sus facultades de cuerpo y alma, que aunque pueden encontrarse en ocasiones a
hombres físicamente más fuertes o mentalmente más ágiles que nosotros, cuando
consideramos todo junto, la diferencia entre hombre y hombre no es tan apreciable como
para justificar que un individuo reclame para sí cualquier beneficio que cualquier otro
individuo no pueda reclamar con igual derecho".
Para Hart, este rasgo de la naturaleza humana hace evidente la necesidad de un sistema de
abstenciones y concesiones mutuas, que está en la base tanto de la obligación jurídica
como de la obligación moral. La igualdad aproximada, junto al altruismo
limitado, explicarían la necesidad de normas dinámicas, como las que regulan los
contratos, para hacer posible una cooperación social basada en un intercambio libre de
bienes y servicios entre individuos racionales. Los hombres no somos ni ángeles ni
demonios sino una mezcla de racionalidad o egoísmo y razonabilidad o sentido de la
justicia. Los hombres no son completamente egoístas, ya que tienen intereses
desinteresados en la supervivencia y bienestar de sus semejantes, pero su altruismo es
limitado en su extensión e intermitente y las tendencias a la agresión son lo bastante
frecuentes como para ser fatales para la vida social ni no se las controla.
Kant hablaba en este sentido de la «insociable insociabilidad de los hombres» para poner
, de manifiesto cómo la inclinación de los hombres de vivir en sociedad es inseparable de
una hostilidad que amenaza constantemente con disolver esa sociedad. La moral y, sobre
todo, el derecho, aparecen para reemplazar esta falta de simpatía natural entre los
hombres.
Sin normas que prohíben el uso de la violencia y posibilitan y garantizan una mínima
cooperación, la vida en sociedad sería imposible ya que los hombres se verían a
arrastrados a un estado de violencia, inseguridad y desconfianza mutua. La mayoría sí son
capaces de llegar a la conclusión de que, si valoran sus intereses globales y no sólo los
más inmediatos, la existencia de un sistema de normas que prohíba el uso de la fuerza y
garantice la cooperación social redunda en su propio bienestar. Sin embargo, no todos los
hombres poseen la comprensión de los intereses a largo plazo ni la fuerza de voluntad de
la que dependen los distintos motivos para obedecer. No todos poseen la inteligencia
suficiente para comprender la utilidad final del sacrificio de los intereses inmediatos que
conlleva la obediencia de las normas de conducta.
Entre los que sí la poseen hay, empero, quienes carecen de la voluntad suficiente para no
dejarse arrastrar por la satisfacción de los intereses más inmediatos y desobedecer las
normas, sabedores de que los demás no harán lo mismo. Para obligar a éstos y los
anteriores, es precisa la institucionalización y aplicación regular de sanciones coactivas
que hagan que la conducta contraria a las normas resulte menos rentable que la obediencia
a éstas. " Así pues, si es virtuosa, los hombres los hombres entran en sociedad gracias a la
virtud y, si es viciosa, el efecto es el mismo". Siendo egoístas de este último modo, la
mayoría de los hombres son capaces de llegar a la conclusión de que, si valoran sus
intereses globales y no sólo los más inmediatos, la existencia de un sistema de normas que
prohíba el uso de la fuerza y garantice la cooperación social redunda en su propio
bienestar.
Como se desprende del dilema del prisionero, si se es auténticamente egoísta, se debe
cooperar y si la cooperación sólo es posible en virtud de un sistema de normas dictadas
por una autoridad, entonces también cabe concluir que si se es realmente egoísta, se debe
obedecer el derecho.
2. La utopía de una sociedad sin Derecho
El Paraíso relatado en la Biblia, o la Edad de Oro de la literatura clásica, muestran la imagen
de un mundo donde no se dan las circunstancias señaladas por Hart que explicaran la
necesidad de la justicia y el Derecho. Si algunas de las circunstancias que hemos
señalado, desaparecieran, también lo haría el derecho. En algunos casos, se vincula la
posibilidad de un mundo sin derecho a la mejora moral de los individuos, a la posibilidad de
hacerlo más altruistas de lo que, por naturaleza o costumbre, han venido siendo a
través, fundamentalmente, de religión. Sin embargo, es mucho más frecuente encontrar
asociada la utopía de un mundo sin derecho al fin la escasez de recursos.
Partiendo de la tesis rousseauniana de que el hombre es bueno por naturaleza y es la
desigualdad social y la propiedad privada terminan corrompiéndolo l , tanto el anarquismo
como, sobre todo, el marxismo sostiene que la única causa de los conflictos que explican la
existencia del derecho el inadecuado modo de explotar los recursos y organizar la producción
que ha dominado la humanidad desde sus inicios. Ninguno de ellos, ni el esclavista, ni el
