TEMA 4: LA RESTAURACIÓN BORBÓNICA
La Restauración Borbónica comenzó en 1874 con la llegada de Alfonso XII al trono, tras el convulso Sexenio
Democrático. Este periodo se instauró como una respuesta a la inestabilidad política y buscaba restaurar el
orden en España bajo la monarquía, tras una serie de crisis políticas y sociales. El proceso de restauración fue
diseñado por Antonio Cánovas del Castillo, quien concibió un sistema político que centralizaba el poder en la
monarquía, pero con un modelo parlamentario basado en la alternancia pacífica entre dos grandes partidos: el
Partido Conservador y el Partido Liberal. A través de este sistema, Cánovas pretendía asegurar la unidad
nacional y evitar futuros conflictos. La alternancia en el poder se realizaba mediante acuerdos previos entre
ambos partidos, lo que permitía la estabilidad política pero también excluía a otros movimientos y grupos que se
oponían al sistema dinástico, como los republicanos, los movimientos obreros y los nacionalismos regionales.
El sistema político de la Restauración estuvo marcado por el dominio de los dos grandes partidos: el Partido
Conservador, encabezado por Cánovas del Castillo, y el Partido Liberal, dirigido por Práxedes Mateo Sagasta.
Aunque existían diferencias ideológicas, ambos partidos se alternaban en el poder de manera pactada en lo que
se conoció como el "turno pacífico". Este mecanismo evitaba conflictos graves y mantenía la estabilidad, pero
también se sostenía en prácticas como el caciquismo, un sistema de manipulación electoral en el que los
caciques locales controlaban las elecciones a través de la coacción y el fraude, asegurando que los partidos en
el poder pudieran mantener el control sobre los resultados. Esta manipulación electoral excluía a otros grupos
como los republicanos, divididos en varias corrientes: los federalistas de Pi i Margall, los centralistas de
Salmerón, los progresistas de Ruiz Zorrilla y los posibilistas de Castelar, que tenían poca representación debido
al bipartidismo. Además, los movimientos nacionalistas y regionalistas también quedaron fuera del sistema
político de la Restauración, como el catalanismo, el nacionalismo vasco y el regionalismo gallego, que
comenzaron a desarrollarse como respuesta al centralismo impuesto por el modelo político. El catalanismo fue
un movimiento político y cultural que defendió la identidad, lengua y cultura de Cataluña, buscando su
autonomía frente al centralismo español. Se dividió en dos corrientes: una progresista, republicana y federal, y
otra conservadora, que ganó mayor influencia con iniciativas como las Bases de Manresa (1892) y la Lliga
Regionalista (1901). Por otro lado, el nacionalismo vasco surgió tras la abolición de los fueros y el proceso
industrializador, idealizando el pasado vasco, rechazando la españolización y buscando un estado propio.
Impulsado por el PNV fundado por Sabino Arana en 1894, fue inicialmente conservador, tradicionalista y
antiespañol, centrado en Vizcaya, pero con el tiempo moderó sus posiciones. El regionalismo gallego tuvo un
desarrollo lento debido al atraso económico y la falta de burguesía, centrado en el movimiento cultural O
Rexurdimento para recuperar la lengua y cultura gallegas. La Asociación Regionalista Gallega de Murguía
(1889) tuvo poca actividad política y escaso impacto social.
En cuanto a la Constitución de 1876, esta fue clave para consolidar el sistema político de la Restauración. La
Constitución reconocía una soberanía compartida entre el Rey y las Cortes y establecía un sistema
parlamentario bicameral, con un Senado elitista y un Congreso electo por sufragio censitario, que más tarde se
ampliaría a sufragio universal masculino en 1890. Aunque esta Constitución permitía la alternancia de los
partidos en el poder, también limitaba los derechos civiles y mantenía al catolicismo como la religión oficial del
Estado.
El movimiento anarquista, que surgió en la segunda mitad del siglo XIX, rechazaba el sistema político y defendía
la acción directa, sin pasar por las instituciones del Estado. En este sentido, el anarquismo se convirtió en un
actor importante en la lucha contra el sistema de la Restauración, realizando atentados, como el asesinato de
Cánovas del Castillo en 1897. Por otro lado, el movimiento socialista, liderado por Pablo Iglesias, fundó el PSOE
en 1879 y la UGT en 1888, buscando mejorar las condiciones laborales y promover los derechos de los obreros
a través de la política institucional, aunque también se enfrentó a la exclusión del sistema por parte de las élites.
El reinado de Alfonso XII (1875-1885) consolidó la Restauración, pero la muerte prematura del rey dejó paso a la
regencia de su esposa, María Cristina, hasta que Alfonso XIII alcanzó la mayoría de edad en 1902. Durante la
regencia, el sistema de alternancia entre conservadores y liberales se mantuvo gracias al Pacto de El Pardo, un
acuerdo entre los dos partidos para garantizar la estabilidad política. Sin embargo, este periodo estuvo marcado
por importantes tensiones sociales y políticas, especialmente en las colonias. En Cuba, las revueltas
independentistas aumentaron, lo que finalmente llevó a la guerra con Estados Unidos.
La Restauración Borbónica comenzó en 1874 con la llegada de Alfonso XII al trono, tras el convulso Sexenio
Democrático. Este periodo se instauró como una respuesta a la inestabilidad política y buscaba restaurar el
orden en España bajo la monarquía, tras una serie de crisis políticas y sociales. El proceso de restauración fue
diseñado por Antonio Cánovas del Castillo, quien concibió un sistema político que centralizaba el poder en la
monarquía, pero con un modelo parlamentario basado en la alternancia pacífica entre dos grandes partidos: el
Partido Conservador y el Partido Liberal. A través de este sistema, Cánovas pretendía asegurar la unidad
nacional y evitar futuros conflictos. La alternancia en el poder se realizaba mediante acuerdos previos entre
ambos partidos, lo que permitía la estabilidad política pero también excluía a otros movimientos y grupos que se
oponían al sistema dinástico, como los republicanos, los movimientos obreros y los nacionalismos regionales.
El sistema político de la Restauración estuvo marcado por el dominio de los dos grandes partidos: el Partido
Conservador, encabezado por Cánovas del Castillo, y el Partido Liberal, dirigido por Práxedes Mateo Sagasta.
Aunque existían diferencias ideológicas, ambos partidos se alternaban en el poder de manera pactada en lo que
se conoció como el "turno pacífico". Este mecanismo evitaba conflictos graves y mantenía la estabilidad, pero
también se sostenía en prácticas como el caciquismo, un sistema de manipulación electoral en el que los
caciques locales controlaban las elecciones a través de la coacción y el fraude, asegurando que los partidos en
el poder pudieran mantener el control sobre los resultados. Esta manipulación electoral excluía a otros grupos
como los republicanos, divididos en varias corrientes: los federalistas de Pi i Margall, los centralistas de
Salmerón, los progresistas de Ruiz Zorrilla y los posibilistas de Castelar, que tenían poca representación debido
al bipartidismo. Además, los movimientos nacionalistas y regionalistas también quedaron fuera del sistema
político de la Restauración, como el catalanismo, el nacionalismo vasco y el regionalismo gallego, que
comenzaron a desarrollarse como respuesta al centralismo impuesto por el modelo político. El catalanismo fue
un movimiento político y cultural que defendió la identidad, lengua y cultura de Cataluña, buscando su
autonomía frente al centralismo español. Se dividió en dos corrientes: una progresista, republicana y federal, y
otra conservadora, que ganó mayor influencia con iniciativas como las Bases de Manresa (1892) y la Lliga
Regionalista (1901). Por otro lado, el nacionalismo vasco surgió tras la abolición de los fueros y el proceso
industrializador, idealizando el pasado vasco, rechazando la españolización y buscando un estado propio.
Impulsado por el PNV fundado por Sabino Arana en 1894, fue inicialmente conservador, tradicionalista y
antiespañol, centrado en Vizcaya, pero con el tiempo moderó sus posiciones. El regionalismo gallego tuvo un
desarrollo lento debido al atraso económico y la falta de burguesía, centrado en el movimiento cultural O
Rexurdimento para recuperar la lengua y cultura gallegas. La Asociación Regionalista Gallega de Murguía
(1889) tuvo poca actividad política y escaso impacto social.
En cuanto a la Constitución de 1876, esta fue clave para consolidar el sistema político de la Restauración. La
Constitución reconocía una soberanía compartida entre el Rey y las Cortes y establecía un sistema
parlamentario bicameral, con un Senado elitista y un Congreso electo por sufragio censitario, que más tarde se
ampliaría a sufragio universal masculino en 1890. Aunque esta Constitución permitía la alternancia de los
partidos en el poder, también limitaba los derechos civiles y mantenía al catolicismo como la religión oficial del
Estado.
El movimiento anarquista, que surgió en la segunda mitad del siglo XIX, rechazaba el sistema político y defendía
la acción directa, sin pasar por las instituciones del Estado. En este sentido, el anarquismo se convirtió en un
actor importante en la lucha contra el sistema de la Restauración, realizando atentados, como el asesinato de
Cánovas del Castillo en 1897. Por otro lado, el movimiento socialista, liderado por Pablo Iglesias, fundó el PSOE
en 1879 y la UGT en 1888, buscando mejorar las condiciones laborales y promover los derechos de los obreros
a través de la política institucional, aunque también se enfrentó a la exclusión del sistema por parte de las élites.
El reinado de Alfonso XII (1875-1885) consolidó la Restauración, pero la muerte prematura del rey dejó paso a la
regencia de su esposa, María Cristina, hasta que Alfonso XIII alcanzó la mayoría de edad en 1902. Durante la
regencia, el sistema de alternancia entre conservadores y liberales se mantuvo gracias al Pacto de El Pardo, un
acuerdo entre los dos partidos para garantizar la estabilidad política. Sin embargo, este periodo estuvo marcado
por importantes tensiones sociales y políticas, especialmente en las colonias. En Cuba, las revueltas
independentistas aumentaron, lo que finalmente llevó a la guerra con Estados Unidos.