GLOSARIO II TEMAS
3,4 Y 5
INTRODUCCIÓN A LA CIENCIA POLÍTICA
1º GRADO EN CRIMINOLOGÍA
ALEJANDRO MARTÍNEZ MARTÍNEZ
FECHA: 03/04/2023
, LEGITIMIDAD
El concepto de legitimidad es considerado como la otra cara del poder político.
Como ya sabemos, quien es capaz de ejercer el poder impone imites a la voluntad de los
demás, pero para ello, necesita justificar su intervención, es decir, presentarla como
merecedora de aceptación voluntaria de todos. Incluso cuando se ejerce cierta violencia
o presión, se justifica como algo imprescindible. Por lo tanto, la capacidad para conseguir
que sean aceptados los límites que el poder impone suele conocerse como legitimidad,
capacidad que es considerada como un elemento esencial para el buen funcionamiento de
las instituciones políticas y jurídicas.
También es bien sabido que el poder recurre de manera forzosa a la magia, la
religión, la ciencia o la ideología para justificar sus intervenciones y asegurarse el
asentimiento más amplio posible de los gobernados. Dicho de otra manera, aquellos que
ejercen el poder intentan recurrir de un modo o de otro al mudo de los símbolos y valores,
utilizando aquellos que satisfagan sus intereses y pretensiones para legitimar sus
intervenciones.
De esta manera, podríamos decir que el poder político hace se expresa en dos caras
que son indisociables. Una de ellas hace referencia a la coacción y a la amenaza, mientras
que la otra (la cara de la legitimidad) aporta argumentos e intenta convencer de que su
presencia es conveniente y adecuada.
La otra cuestión a resolver es de dónde nace la legitimidad, es decir, de donde
adquiere el poder su legitimidad. Frente a esta cuestión, se admite que decisiones del
poder serán percibidas como legitimadas en tanto en cuanto se ajusten a las creencias que
dominan en una sociedad. Por ejemplo, si esas decisiones concuerdan con lo que la
sociedad considera adecuado, contará con mayor legitimidad, pero cuanto más lejos están
las ideas y de los valores dominantes, solo la aplicación de una mayor dosis de coacción
podrá hacerlas efectivas.
Por este motivo, la noción de legitimidad, en la filosofía política, vincula el poder
con el mundo de las ideas y de los valores. Es en este mundo en donde se encuentran las
raíces de un sistema político determinado y de cada una de las demandas propuestas que
propugnan los diferentes actores. Sin embargo, esta relación no será siempre la misma y
variará según épocas y sociedades. Frente a esto, Webber elaboro una tipología que
intentaba sintetizar en un esquema ideal los diferentes modos de legitimidad del poder
político o dominación, que resume en la tradición (adaptación a los usos y costumbres del
pasado), la racionalidad (adecuación entre los fines que pretende y los medios que
propone) y el carisma (cualidad extraordinaria o excepcional de quien formula una
propuesta o decisión), a las que puede añadirse también el rendimiento (según el resultado
de sus propias actuaciones).
Para finalizar, es conveniente indicar que es muy común confundir el concepto de
legitimidad y legalidad. No obstante, el concepto de legitimidad es más amplio que el de
legalidad. Mientras que la legalidad implica la adecuación de una decisión a la ley vigente
(forma manifestativa del Derecho, sus normas generan obligación jurídica), la legitimidad
(que forma parte del orden de la política y de la ética pública) nos refiere el ajuste de esta
misma decisión a un sistema de valores sociales, que van más allá de la ley escrita,
incluida la Constitución. Cuando la ley refleja adecuadamente el predominio del sistema
dominante de valores sociales tiende a darse una coincidencia entre legalidad y
legitimidad. Pero si la ley no se acomoda a la evolución de estos calores sociales, una
decisión o propuesta legal pueden ser percibidas como no legitimas o injustas.
3,4 Y 5
INTRODUCCIÓN A LA CIENCIA POLÍTICA
1º GRADO EN CRIMINOLOGÍA
ALEJANDRO MARTÍNEZ MARTÍNEZ
FECHA: 03/04/2023
, LEGITIMIDAD
El concepto de legitimidad es considerado como la otra cara del poder político.
Como ya sabemos, quien es capaz de ejercer el poder impone imites a la voluntad de los
demás, pero para ello, necesita justificar su intervención, es decir, presentarla como
merecedora de aceptación voluntaria de todos. Incluso cuando se ejerce cierta violencia
o presión, se justifica como algo imprescindible. Por lo tanto, la capacidad para conseguir
que sean aceptados los límites que el poder impone suele conocerse como legitimidad,
capacidad que es considerada como un elemento esencial para el buen funcionamiento de
las instituciones políticas y jurídicas.
También es bien sabido que el poder recurre de manera forzosa a la magia, la
religión, la ciencia o la ideología para justificar sus intervenciones y asegurarse el
asentimiento más amplio posible de los gobernados. Dicho de otra manera, aquellos que
ejercen el poder intentan recurrir de un modo o de otro al mudo de los símbolos y valores,
utilizando aquellos que satisfagan sus intereses y pretensiones para legitimar sus
intervenciones.
De esta manera, podríamos decir que el poder político hace se expresa en dos caras
que son indisociables. Una de ellas hace referencia a la coacción y a la amenaza, mientras
que la otra (la cara de la legitimidad) aporta argumentos e intenta convencer de que su
presencia es conveniente y adecuada.
La otra cuestión a resolver es de dónde nace la legitimidad, es decir, de donde
adquiere el poder su legitimidad. Frente a esta cuestión, se admite que decisiones del
poder serán percibidas como legitimadas en tanto en cuanto se ajusten a las creencias que
dominan en una sociedad. Por ejemplo, si esas decisiones concuerdan con lo que la
sociedad considera adecuado, contará con mayor legitimidad, pero cuanto más lejos están
las ideas y de los valores dominantes, solo la aplicación de una mayor dosis de coacción
podrá hacerlas efectivas.
Por este motivo, la noción de legitimidad, en la filosofía política, vincula el poder
con el mundo de las ideas y de los valores. Es en este mundo en donde se encuentran las
raíces de un sistema político determinado y de cada una de las demandas propuestas que
propugnan los diferentes actores. Sin embargo, esta relación no será siempre la misma y
variará según épocas y sociedades. Frente a esto, Webber elaboro una tipología que
intentaba sintetizar en un esquema ideal los diferentes modos de legitimidad del poder
político o dominación, que resume en la tradición (adaptación a los usos y costumbres del
pasado), la racionalidad (adecuación entre los fines que pretende y los medios que
propone) y el carisma (cualidad extraordinaria o excepcional de quien formula una
propuesta o decisión), a las que puede añadirse también el rendimiento (según el resultado
de sus propias actuaciones).
Para finalizar, es conveniente indicar que es muy común confundir el concepto de
legitimidad y legalidad. No obstante, el concepto de legitimidad es más amplio que el de
legalidad. Mientras que la legalidad implica la adecuación de una decisión a la ley vigente
(forma manifestativa del Derecho, sus normas generan obligación jurídica), la legitimidad
(que forma parte del orden de la política y de la ética pública) nos refiere el ajuste de esta
misma decisión a un sistema de valores sociales, que van más allá de la ley escrita,
incluida la Constitución. Cuando la ley refleja adecuadamente el predominio del sistema
dominante de valores sociales tiende a darse una coincidencia entre legalidad y
legitimidad. Pero si la ley no se acomoda a la evolución de estos calores sociales, una
decisión o propuesta legal pueden ser percibidas como no legitimas o injustas.
