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Notas de lectura

Concepción marxista del derecho y lucha de clases

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2014/2015

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2014/2015
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17.




(Treves,Renato: La Sociología del Derecho. Orígenes, investigaciones,
problemas, Ariel, Barcelona.)



12. LA CONCEPCIÓN MARXISTA DEL DERECHO Y DE LA LUCHA DE CLASES



No es fácil exponer el pensamiento de Karl Marx (1818-1883) sobre las relaciones del
Derecho y del Estado con la economía y con la sociedad, entendida ésta desde una
perspectiva conflictualista, porque no escribió sobre este tema una obra específica, aunque, en
algunas ocasiones, manifestó el propósito de hacerlo, 3 y aunque dedicó su primer trabajo a la
crítica de los últimos parágrafos de la filosofía del Derecho de G. F. W. Hegel.4
Trataré, de todos modos, de dar algunas indicaciones refiriéndome a algunas páginas
significativas sobre el tema, y teniendo presente no sólo la conexión de la doctrina del
Derecho y del Estado con la concepción de la sociedad como conflicto, sino también la
relación de esta doctrina con la concepción histórica y filosófica que constituye su
fundamento.
Siguiendo un orden cronológico, comenzaré señalando el artículo de Marx sobre los
hurtos de leña, publicado en la Gaceta Renana en octubre de 1842. Se trata de un artículo
digno de consideración, pues en él el autor se orienta ya claramente hacia una concepción de
la sociedad en cuanto dividida en clases y caracterizada por el conflicto de clases, y pone de
manifiesto el hecho de que al Derecho consuetudinario de la gente pobre que recoge la leña
caída de los árboles, se opone la ley y la costumbre nobiliaria de los propietarios de 5 los
bosques que afirman que tal recogida es un hurto, una violación del derecho de propiedad.
En el año siguiente, concretamente en los primeros meses de 1843, Marx escribe la ya
mencionada crítica de los últimos parágrafos de la filosofía del Derecho de Hegel, en la que
se puede encontrar apuntada la tesis que considera al Estado y al Derecho como variables
dependientes de la parte de la sociedad que detenta el poder. Partiendo de la enseñanza de
Ludwig Feuerbach (1804-1872) que había puesto de manifiesto cómo en la base de la
filosofía de Hegel se había producido una inversión del sujeto por el predicado y del
predicado por el sujeto, Marx explica, en efecto, que tal inversión se advierte también en los
parágrafos de la obra de Hegel que se refieren a la relación entre la familia y la sociedad civil,
por un lado, y el Estado, por otro. Marx explica concretamente que la familia y la sociedad
civil, ordenadas hacia fines económicos, no son una abstracción, un simple predicado, como
sostenía Hegel, sino el sujeto, la estructura concreta, esencial y necesaria, frente a la cual el
Estado y el Derecho emanados de ella no son otra cosa que el predicado, o, como dirá
después, la superestructura accidental y contingente. «La familia y la sociedad civil son partes
reales del Estado, reales existencias espirituales de la voluntad, los modos de existencia del
Estado.» «Ése es el agente», dice Marx, y no son movidas por la idea real, como pensaba
Hegel, sino que son autodeterminaciones y no determinaciones que «deban su existencia a
otro espíritu que el suyo».
Retornando el tema de las clases y el conflicto de clases, Marx se opone después en
este escrito a la concepción de Hegel que veía en el Estado la reconciliación de todas las
contradicciones, señalando que, si las contradicciones son reales, no hay modo de conciliarlas.
Para Hegel, familia y sociedad civil son los extremos en disputa que confluyen en la unidad del
Estado; para Marx son, por el contrario, la expresión de un conflicto de intereses materiales entre
clases sociales, y este conflicto no puede ser solucionado por el Estado, en cuanto el Estado es el
fruto de esos propios conflictos.
Después de haber escrito esta crítica a los últimos parágrafos de la filosofía del Derecho de
Hegel, crítica que se inspira, como se ha visto, en el magisterio de Feuerbach, Marx se separa de

, este autor y define su posición en once tesis escritas en 1845 y publicadas por Engels después de
la muerte de Marx, concretamente en 1888.6
Conviene centrar la atención sobre algunas de estas tesis y, sobre todo, sobre las que arrojan
más luz sobre el fundamento filosófico de la doctrina de Marx, esto es, las relativas a la filosofía
de la praxis. La primera tesis afirma que el defecto principal de todo materialismo, incluido el de
Feuerbach, consiste en haber entendido la realidad sensible como un objeto intuido pasivamente
por el sujeto y en no haber entendido, en cambio, tal realidad, subjetivamente, como «actividad
sensible humana», como praxis, a saber, como un hacer, un producir. La segunda tesis insiste en el
principio de la unidad de la teoría y la práctica afirmada en la primera, diciendo que «el problema
de si puede atribuirse al pensamiento humano una verdad objetiva no es un problema teórico, sino
práctico». La tercera tesis advierte que «la doctrina materialista, según la cual los hombres son
producto del medio y de la educación y cambian con el cambio del medio y de la educación,
olvida que el medio cambia precisamente por los hombres y que los propios educadores deben ser
educados». Explica, además, que la relación entre los hombres y el medio debe ser pensada como
una continua «transformación de la praxis» por la cual un hombre modifica el medio y, a su vez, el
medio modifica al hombre. La última tesis insiste y vuelve sobre el principio, sostenido en las tesis
precedentes, aunque considerado desde un punto de vista distinto, de la indisoluble unidad de la
teoría y la práctica, afirmando: «los filósofos se han limitado a interpretar el mundo de distintos
modos; de lo que se trata es de transformado». 7
En el mismo período en que expone sintéticamente su pensamiento en estas tesis, Marx
inicia su colaboración con Friedrich Engels (1820-1895) y, en 1846, inicia con él un gran
manuscrito que fue después abandonado por los dos autores a la «crítica roedora de los ratones» y
fue descubierto y publicado en 1932, ochenta y seis años después, con el título de La ideología
alemana.
En este libro se puede ver cómo Marx y Engels ponen las bases de la interpretación
materialista de la historia y afrontan, desde las primeras páginas, los problemas de las clases, de la
lucha de clases y de la ideología que surge de las clases. A su juicio, la historia, como recordará
más tarde Engels, no ha de entenderse como «la realización de un cierto ideal establecido de
antemano», sino como resultante de un conflicto de intereses económicos perseguidos por las
clases en lucha y por los hombres que pertenecen a tales clases y que operan realmente en tales
clases. En el marco de esta interpretación de la historia, haciendo hincapié sobre la situación de su
propio tiempo, los dos autores exponen después su concepción revolucionaria del modo siguiente:
«En el desarrollo de las fuerzas de producción -dicen- se presenta un estadio en el que surgen
fuerzas productivas y medios de relación que en la situación existente sólo producen perjuicios,
que no son ya fuerzas productivas, sino fuerzas destructivas (maquinaria y dinero) y, en relación
con todo ello, surge una clase que debe soportar todos los gravámenes de la sociedad, forzada al
más firme antagonismo contra las otras clases; una clase formada por la mayoría de los miembros
de la sociedad y en la que se arraiga la conciencia de la necesidad de una revolución radical»; de
una revolución que se pretende como necesaria no solamente porque las clases, o mejor «la clase
dominante, no puede ser derrotada de ninguna otra manera, sino también porque la clase que la
derriba sólo puede tener éxito en una revolución que se quite de encima el viejo yugo, y que sea
capaz de fundar sobre nuevas bases la sociedad». En este punto, no se puede olvidar que la lucha
de clases, para Marx y Engels, no es sólo una lucha entre intereses contrapuestos, sino también
una lucha entre ideologías opuestas, construidas en función de estos mismos intereses. Para los
dos autores, en efecto, «las ideas de la clase dominante son en todo momento las ideas
dominantes, esto es, la clase que es la fuerza material dominante de la sociedad, es, al mismo
tiempo, la fuerza espiritual dominante. La clase que dispone de los medios de producción material,
dispone con éstos, al mismo tiempo, de los medios de producción intelectual, de modo que a ella
en su conjunto están sometidas las ideas de quienes carecen de los medios de producción
intelectual. Las ideas dominantes no son más que la expresión ideal de las relaciones materiales
dominantes tomadas como ideas: son, pues, la expresión de las relaciones que precisamente hacen
de una clase la clase dominante y, por consiguiente, son las ideas de su dominación».8
Hay que señalar el hecho de que la lucha de clases y las ideas correspondientes a las clases de
que hablan Marx y Engels no es una lucha sin fin. Es una lucha destinada a finalizar cuando, con
la victoria del proletariado sobre la burguesía, el Estado proletario creado por la nueva clase
dominante, una vez alcanzado su objetivo de eliminar las clases y los antagonismos entre clases,
termine por extinguirse. Al final de su ensayo La miseria de la filosofía, publicado en 1847, Marx
indica ya claramente esta solución diciendo: «la condición de la liberación de la clase trabajadora
es la abolición de todas las clases ... la clase trabajadora sustituirá, en el curso de su desarrollo, a la
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