Crisis de la Restauración.
En 1902, Alfonso XIII alcanza la mayoría de edad e inicia su reinado. Este se halla marcado
por la conmoción de la derrota de 1898 y los intentos de reformas regeneracionistas.
En esos años, el sistema político de la Restauración perpetuó sus limitaciones y se mostró
incapaz de modernizarse, de ampliar su base social y de democratizarse. A partir de 1923
experimentó una deriva hacia opciones antidemocráticas que culminó con la dictadura de Antonio
Primo de Rivera, lo que condujo a la caída de la monarquía en 1931.
1. Los intentos de renovación.
En la última década del siglo XIX, el sistema de la Restauración había mostrado signos de
debilidad, agravados por las derrotas coloniales de 1898. La crisis generada por las pérdidas de
Cuba, Filipinas y Puerto Rico no debilitó a la monarquía, pero evidenció la necesidad que tenía el
sistema de regenerarse para poder subsistir. No obstante, el sistema restauracionista siguió
basándose en la Constitución de 1879 y el caciquismo, lo que mantuvo el alejamiento de la vida
política de buena parte de la sociedad.
1.2 El fortalecimiento de la oposición.
Las propuestas de renovación desde fuera del sistema provinieron de los regionalistas, los
republicanos y el movimiento obrero. Sin embargo, dada la escasa representación que estos
movimientos conseguían en las Cortes a causa del fraude electoral, no se pudo articular una
alternativa viable para sustituir un sistema viciado y en descomposición interna.
Los regionalismos.
El movimiento regionalistas con más incidencia a principios del siglo XX fue el
catalanismo, a través de la Lliga Regionalista (1901), partido de tendencia conservadora que
dominó la escena política catalana hasta 1923. La Lliga representó a la burguesía y osciló entre la
colaboración con el régimen monárquico en momentos de peligro social (1909, 1917).
El vasquismo, representado por el Partido Nacionalistas Vasco (PNV) de Sabino Arana,
tenía una orientación tradicionalista, católica e independentista que le había restado apoyos sociales.
A principios del siglo XX, tras la muerte de Arana, incorporó a su ideología un liberalismo
conservador, autonomista y antiseparatista que incluso se aproximó al maurismo y facilitó su
acercamiento a la burguesía industrial vasca.
En 1917, el PNV organizó una campaña autonomista.
Los otros regionalismos aún se encontraban en una fase muy embrionaria y no consiguieron
éxitos electorales, como en Galicia, Valencia y Andalucía.
El republicanismo.
El movimiento republicano constituyó la oposición parlamentaria antimonárquica más
importante. Proponía un reformismo político y social que contemplara la secularización, la
ampliación de las bases sociales del régimen, las reformas sociales y la instrucción pública.
El republicanismo histórico estaba liderado por quien había sido el tercer presidente de la
República, Nicolás Salmerón, que integró diversas corrientes en la Unión Republicana fundada en
1903. Además, colaboró en el éxito electoral de Solidaritat Catalana en 1907.
El movimiento obrero.
En 1902, Alfonso XIII alcanza la mayoría de edad e inicia su reinado. Este se halla marcado
por la conmoción de la derrota de 1898 y los intentos de reformas regeneracionistas.
En esos años, el sistema político de la Restauración perpetuó sus limitaciones y se mostró
incapaz de modernizarse, de ampliar su base social y de democratizarse. A partir de 1923
experimentó una deriva hacia opciones antidemocráticas que culminó con la dictadura de Antonio
Primo de Rivera, lo que condujo a la caída de la monarquía en 1931.
1. Los intentos de renovación.
En la última década del siglo XIX, el sistema de la Restauración había mostrado signos de
debilidad, agravados por las derrotas coloniales de 1898. La crisis generada por las pérdidas de
Cuba, Filipinas y Puerto Rico no debilitó a la monarquía, pero evidenció la necesidad que tenía el
sistema de regenerarse para poder subsistir. No obstante, el sistema restauracionista siguió
basándose en la Constitución de 1879 y el caciquismo, lo que mantuvo el alejamiento de la vida
política de buena parte de la sociedad.
1.2 El fortalecimiento de la oposición.
Las propuestas de renovación desde fuera del sistema provinieron de los regionalistas, los
republicanos y el movimiento obrero. Sin embargo, dada la escasa representación que estos
movimientos conseguían en las Cortes a causa del fraude electoral, no se pudo articular una
alternativa viable para sustituir un sistema viciado y en descomposición interna.
Los regionalismos.
El movimiento regionalistas con más incidencia a principios del siglo XX fue el
catalanismo, a través de la Lliga Regionalista (1901), partido de tendencia conservadora que
dominó la escena política catalana hasta 1923. La Lliga representó a la burguesía y osciló entre la
colaboración con el régimen monárquico en momentos de peligro social (1909, 1917).
El vasquismo, representado por el Partido Nacionalistas Vasco (PNV) de Sabino Arana,
tenía una orientación tradicionalista, católica e independentista que le había restado apoyos sociales.
A principios del siglo XX, tras la muerte de Arana, incorporó a su ideología un liberalismo
conservador, autonomista y antiseparatista que incluso se aproximó al maurismo y facilitó su
acercamiento a la burguesía industrial vasca.
En 1917, el PNV organizó una campaña autonomista.
Los otros regionalismos aún se encontraban en una fase muy embrionaria y no consiguieron
éxitos electorales, como en Galicia, Valencia y Andalucía.
El republicanismo.
El movimiento republicano constituyó la oposición parlamentaria antimonárquica más
importante. Proponía un reformismo político y social que contemplara la secularización, la
ampliación de las bases sociales del régimen, las reformas sociales y la instrucción pública.
El republicanismo histórico estaba liderado por quien había sido el tercer presidente de la
República, Nicolás Salmerón, que integró diversas corrientes en la Unión Republicana fundada en
1903. Además, colaboró en el éxito electoral de Solidaritat Catalana en 1907.
El movimiento obrero.