TEMA 5.1. Isabel II: Las Regencias, las guerras carlistas. Los grupos políticos, el
Estatuto Real y la Constitución de 1837.
El reinado de Isabel II comenzó tras la muerte de su padre, Fernando VII, en 1833. Isabel
tenía tres años, por lo que su madre, María Cristina de Borbón, asumió la regencia en su
nombre.
Maria Cristina (1833-1840), tuvo que enfrentarse con el hermano de Fernando VII, Carlos
María Isidro, quien no reconocía a Isabel como reina y se proclamaba legítimo heredero al
trono. El carlismo surgió como un movimiento político para defender las ideas del Antiguo
Régimen y rechazaba la monarquía constitucional, las reformas liberales y la libertad
religiosa. Además, se defendían los fueros del País Vasco, Navarra y Cataluña y contaba
con un gran apoyo social e impactó más en el norte de España. Esto desencadenó la
Primera Guerra Carlista (1833-1840), que enfrentó a los carlistas, defensores del
absolutismo, contra los isabelinos, defensores del liberalismo.
La política de la regencia de Maria Cristina se caracterizó por dos grupos liberales: los
moderados y los progresistas. Los liberales moderados defendían una soberanía
compartida entre el rey y las Cortes, el bicameralismo (con Senado), que el rey tuviera
amplios poderes, y el sufragio censitario más restringido; mientras que, los liberales
progresistas defendían la soberanía popular, la limitación del poder real frente a las Cortes,
reformas económicas y sociales, y un sufragio censitario menos restringido. Ambos grupos
se alternaron en el poder durante la minoría de edad de Isabel y su reinado, lo que llevó a
una constante inestabilidad política. Además, se promulgó el Estatuto Real de 1834, una
ESPECIE de carta otorgada que establecía un sistema parlamentario bicameral (Próceres y
Procuradores) y un sufragio censitario. Sin embargo, este texto no reconocía derechos
individuales ni la soberanía nacional. Los progresistas lo consideraron insuficiente y los
absolutistas lo vieron como una revolución y se unieron al carlismo, solo los moderados
apoyaron esta reforma.
La Constitución de 1837 fue promulgada por los progresistas tras un levantamiento contra
el gobierno moderado. Este texto reconoció la soberanía nacional, estableció derechos
individuales, como la libertad de prensa y asociación, y las Cortes pasaron a ser
bicamerales (Congreso de Diputados y Senado). Además, redujo el poder real, aunque
mantuvo ciertos derechos de la Corona. En el Trienio Moderado (1837-1840) hubo una
crisis política por la ley de ayuntamientos, en la que los moderados querían que los alcaldes
fueran nombrados por la Corona en lugar de por elección por sufragio universal, esto
provocó motines en las principales ciudades. La regente le pidió a Espartero que los
reprimiera, pero este se negó y pidió un nuevo gobierno progresista, la disolución de las
Cortes y una nueva ley de ayuntamientos.
Tras la renuncia de Maria Cristina, Espartero fue nombrado regente y gobernó de manera
autoritaria, basando su poder en el ejército y buscando apoyo de los moderados. Consiguió
ser regente único y se apostó por una política económica librecambista que tomó de los
ingleses, esto afectó en las fábricas textiles y su popularidad decreció. Para reprimir un
motín mandó bombardear Barcelona causando muertes y destrucción. En 1843, la
inestabilidad política culminó con la disolución de las Cortes y la rebelión contra Espartero
se extendió por toda España. Finalmente, progresistas y moderados, con el apoyo de
, Narvaez, se enfrentaron al ejército de Espartero y este renunció a la regencia y se marchó
al exilio. Esto llevó al adelanto de la mayoría de edad de Isabel, con 13 años.
La primera guerra carlista (1833-1840) fue la más violenta y además de ser una guerra
civil, tuvo proyección internacional: Inglaterra, Francia y Portugal respaldaron a Isabel Il con
el Tratado de la Cuádruple Alianza (1834). Se produjeron levantamientos liderados por
Zumalacárregui, el principal general carlista. Luego se realizó la Expedición Real, liderada
por Carlos María Isidro, pero las fuerzas liberales, lideradas por Espartero, repelieron el
avance carlista. Más tarde hubo divisiones en el bando carlista entre conservadores y
moderados. Los generales Espartero y Maroto firmaron el Convenio de Vergara, que
prometía respetar los fueros vascos y reconocer a los oficiales carlistas, aunque después
Espartero lo incumpliría. La guerra continuaría en Cataluña y Aragón hasta la derrota de
las tropas de Cabrera en Morella (1840). La Segunda Guerra Carlista (1846-1849) fue
menos intensa y se centró principalmente en Cataluña. Las consecuencias fueron que la
monarquía adoptó definitivamente el liberalismo, dejando a los absolutistas como oposición
marginal; los militares utilizaron pronunciamientos para intervenir en la política; los costes
de las guerras llevaron a problemas fiscales y forzaron medidas como las
desamortizaciones; y las tensiones entre centralismo y foralismo persistieron. Además, el
carlismo no desapareció y se mantuvo como movimiento político hasta el siglo XX.
5.2. Isabel II: el reinado efectivo. Los grupos políticos y las constituciones.
Durante el reinado de Isabel II, iniciado en 1843, España vivió 25 años de descontento
social, inestabilidad política y escándalos en la corte. Aunque había tensiones entre
quienes defendían el orden establecido y quienes buscaban mayores libertades, se
consolidó el estado liberal. La política se organizó en torno a partidos formados por
la élite, mientras que la mayoría de la población quedaba al margen debido al sufragio
censitario, que permitía votar a muy pocos.
El sistema de partidos se dividía principalmente en dos corrientes: la moderada y la
progresista. Los moderados, inspirados en el liberalismo francés, defendían una
soberanía compartida entre la Corona y las Cortes, lo que otorgaba al rey amplios
poderes (veto, nombrar y separar el gobierno, disolver las Cortes). Su base de apoyo
incluía a la aristocracia, la alta burguesía y altos cargos estatales y militares, siempre
respaldados por la Corona. Por otro lado, los progresistas apostaban por la soberanía
nacional, un sufragio más amplio, más derechos individuales y la existencia de la
Milicia Nacional; apoyados en la pequeña burguesía y otros sectores populares,
recurrían a pronunciamientos para contrarrestar el monopolio de los moderados.
Además de estos, en 1849 surgió el partido demócrata, una ruptura radical del
progresismo que defendía el sufragio universal y la intervención estatal en áreas
como la educación. En 1854 se creó la Unión Liberal, liderada por el general
O’Donnell, que intentaba unir moderados y progresistas para armonizar orden y
libertad, mientras los carlistas se mantenían como un movimiento tradicional
independiente.
Estatuto Real y la Constitución de 1837.
El reinado de Isabel II comenzó tras la muerte de su padre, Fernando VII, en 1833. Isabel
tenía tres años, por lo que su madre, María Cristina de Borbón, asumió la regencia en su
nombre.
Maria Cristina (1833-1840), tuvo que enfrentarse con el hermano de Fernando VII, Carlos
María Isidro, quien no reconocía a Isabel como reina y se proclamaba legítimo heredero al
trono. El carlismo surgió como un movimiento político para defender las ideas del Antiguo
Régimen y rechazaba la monarquía constitucional, las reformas liberales y la libertad
religiosa. Además, se defendían los fueros del País Vasco, Navarra y Cataluña y contaba
con un gran apoyo social e impactó más en el norte de España. Esto desencadenó la
Primera Guerra Carlista (1833-1840), que enfrentó a los carlistas, defensores del
absolutismo, contra los isabelinos, defensores del liberalismo.
La política de la regencia de Maria Cristina se caracterizó por dos grupos liberales: los
moderados y los progresistas. Los liberales moderados defendían una soberanía
compartida entre el rey y las Cortes, el bicameralismo (con Senado), que el rey tuviera
amplios poderes, y el sufragio censitario más restringido; mientras que, los liberales
progresistas defendían la soberanía popular, la limitación del poder real frente a las Cortes,
reformas económicas y sociales, y un sufragio censitario menos restringido. Ambos grupos
se alternaron en el poder durante la minoría de edad de Isabel y su reinado, lo que llevó a
una constante inestabilidad política. Además, se promulgó el Estatuto Real de 1834, una
ESPECIE de carta otorgada que establecía un sistema parlamentario bicameral (Próceres y
Procuradores) y un sufragio censitario. Sin embargo, este texto no reconocía derechos
individuales ni la soberanía nacional. Los progresistas lo consideraron insuficiente y los
absolutistas lo vieron como una revolución y se unieron al carlismo, solo los moderados
apoyaron esta reforma.
La Constitución de 1837 fue promulgada por los progresistas tras un levantamiento contra
el gobierno moderado. Este texto reconoció la soberanía nacional, estableció derechos
individuales, como la libertad de prensa y asociación, y las Cortes pasaron a ser
bicamerales (Congreso de Diputados y Senado). Además, redujo el poder real, aunque
mantuvo ciertos derechos de la Corona. En el Trienio Moderado (1837-1840) hubo una
crisis política por la ley de ayuntamientos, en la que los moderados querían que los alcaldes
fueran nombrados por la Corona en lugar de por elección por sufragio universal, esto
provocó motines en las principales ciudades. La regente le pidió a Espartero que los
reprimiera, pero este se negó y pidió un nuevo gobierno progresista, la disolución de las
Cortes y una nueva ley de ayuntamientos.
Tras la renuncia de Maria Cristina, Espartero fue nombrado regente y gobernó de manera
autoritaria, basando su poder en el ejército y buscando apoyo de los moderados. Consiguió
ser regente único y se apostó por una política económica librecambista que tomó de los
ingleses, esto afectó en las fábricas textiles y su popularidad decreció. Para reprimir un
motín mandó bombardear Barcelona causando muertes y destrucción. En 1843, la
inestabilidad política culminó con la disolución de las Cortes y la rebelión contra Espartero
se extendió por toda España. Finalmente, progresistas y moderados, con el apoyo de
, Narvaez, se enfrentaron al ejército de Espartero y este renunció a la regencia y se marchó
al exilio. Esto llevó al adelanto de la mayoría de edad de Isabel, con 13 años.
La primera guerra carlista (1833-1840) fue la más violenta y además de ser una guerra
civil, tuvo proyección internacional: Inglaterra, Francia y Portugal respaldaron a Isabel Il con
el Tratado de la Cuádruple Alianza (1834). Se produjeron levantamientos liderados por
Zumalacárregui, el principal general carlista. Luego se realizó la Expedición Real, liderada
por Carlos María Isidro, pero las fuerzas liberales, lideradas por Espartero, repelieron el
avance carlista. Más tarde hubo divisiones en el bando carlista entre conservadores y
moderados. Los generales Espartero y Maroto firmaron el Convenio de Vergara, que
prometía respetar los fueros vascos y reconocer a los oficiales carlistas, aunque después
Espartero lo incumpliría. La guerra continuaría en Cataluña y Aragón hasta la derrota de
las tropas de Cabrera en Morella (1840). La Segunda Guerra Carlista (1846-1849) fue
menos intensa y se centró principalmente en Cataluña. Las consecuencias fueron que la
monarquía adoptó definitivamente el liberalismo, dejando a los absolutistas como oposición
marginal; los militares utilizaron pronunciamientos para intervenir en la política; los costes
de las guerras llevaron a problemas fiscales y forzaron medidas como las
desamortizaciones; y las tensiones entre centralismo y foralismo persistieron. Además, el
carlismo no desapareció y se mantuvo como movimiento político hasta el siglo XX.
5.2. Isabel II: el reinado efectivo. Los grupos políticos y las constituciones.
Durante el reinado de Isabel II, iniciado en 1843, España vivió 25 años de descontento
social, inestabilidad política y escándalos en la corte. Aunque había tensiones entre
quienes defendían el orden establecido y quienes buscaban mayores libertades, se
consolidó el estado liberal. La política se organizó en torno a partidos formados por
la élite, mientras que la mayoría de la población quedaba al margen debido al sufragio
censitario, que permitía votar a muy pocos.
El sistema de partidos se dividía principalmente en dos corrientes: la moderada y la
progresista. Los moderados, inspirados en el liberalismo francés, defendían una
soberanía compartida entre la Corona y las Cortes, lo que otorgaba al rey amplios
poderes (veto, nombrar y separar el gobierno, disolver las Cortes). Su base de apoyo
incluía a la aristocracia, la alta burguesía y altos cargos estatales y militares, siempre
respaldados por la Corona. Por otro lado, los progresistas apostaban por la soberanía
nacional, un sufragio más amplio, más derechos individuales y la existencia de la
Milicia Nacional; apoyados en la pequeña burguesía y otros sectores populares,
recurrían a pronunciamientos para contrarrestar el monopolio de los moderados.
Además de estos, en 1849 surgió el partido demócrata, una ruptura radical del
progresismo que defendía el sufragio universal y la intervención estatal en áreas
como la educación. En 1854 se creó la Unión Liberal, liderada por el general
O’Donnell, que intentaba unir moderados y progresistas para armonizar orden y
libertad, mientras los carlistas se mantenían como un movimiento tradicional
independiente.
