Frente Popular y Guerra Civil Española
GUERRA CIVIL ESPAÑOLA 1936 – 1939
La Guerra Civil que enfrentó a los españoles en la segunda mitad de los años treinta fue el
resultado directo de una situación antagónica que durante años fue alimentando las diferencias,
las oposiciones y los odios que desde el siglo XIX habían caracterizado las relaciones políticas
y sociales.
La España de julio de 1936 ofrece un panorama atrasado y empobrecido por la influencia de
los graves problemas internos que afectan de igual manera a las estructuras políticas,
económicas o sociales, donde amplios sectores de la población viven en condiciones
miserables y reclaman reformas y transformaciones radicales. La caída de la Monarquía y su
sustitución por un nuevo régimen, el republicano, fue el marco histórico en el que se desarrolló
la tragedia última que llevaría de una forma inevitable a la lucha fratricida. La difícil situación
encontró pocas soluciones y aún se vio entorpecida por el egoísmo de unos y el sectarismo de
otros que ignoraron o alentaron el hambre de justicia social que sacudía a buena parte del
pueblo español.
En julio de 1936 se enfrentaron entre sí dos bandos, dos Españas en suma, que mostraban
diferentes modos de ser y de hacer España. Dos intentos, con razón o sin ella, que trabajaron y
lucharon por una España distinta en el marco complejo y violento de la década de los treinta en
España y en el mundo.
Elecciones de febrero de 1936. El triunfo del Frente Popular
El último episodio de la II República vino de la mano de las elecciones que acabarían por dar
el triunfo al Frente Popular. Estas elecciones se habrían de celebrar los días 16 y 23 de
febrero de 1936. La convocatoria, organización y supervisión estuvo en manos de un gobierno
republicano centrista presidido por Manuel Portela Valladares, veterano político liberal
nombrado por el Presidente de la República, Niceto Alcalá-Zamora.
Los resultados finales de las elecciones de febrero de 1936 se mantienen en el terreno de la
confusión. La izquierda se proclamó vencedora, probablemente antes de tiempo, y los partidos
de la derecha acabaron por aceptarlo. La campaña fue muy agresiva y se respiraba una
tensión muy superior a los comicios celebrados con anterioridad. Los partidos obreros
arrastraron en el Frente Popular a los burgueses de izquierda con un discurso marcadamente
revolucionario. La derecha, más desunida, planteó unas elecciones por la supervivencia. El
historiador Enrique Moradiellos la definiría como «una campaña muy intensa y polarizada
que pareció otorgarles el perfil de un plebiscito existencial». El entendimiento resultaría
muy difícil. Los meses previos registraron enfrentamientos, los discursos y los mítines dejaban
pocas dudas acerca de la actuación de los unos y de los otros tras la jornada electoral. Los
resultados fueron confusos, y aún hoy en día son objeto de debate historiográfico.
En cuanto a la historiografía el debate existe desde que se conocieron los resultados. Hubo
muchas irregularidades, actas de diputados que fueron protestadas, otras anuladas, actas
perdidas o alteradas, repetición de votaciones, … A esto contribuye el hecho de que el
gobierno nunca publicó los resultados en su integridad. Recientemente los historiadores
Manuel Álvarez Tardío y Roberto Villa García apoyan la tesis de una victoria de las
candidaturas de derechas que fue laminada por el fraude consentido por el gobierno
saliente -1936: Fraude y violencia en el Frente Popular (2017)-. Idea que comparte el
historiador norteamericano Stanley Payne. Otros como Hugh Thomas, Bolloten, Abella, Javier
Tusell, Juan Pablo Fussi, Santos Juliá, Tuñón de Lara, Seco Serrano o Ángel Viñas discuten
este fraude o lo consideran de difícil demostración.
Javier Tusell apreciaba que “en febrero de 1936 existían en España dos bloques de fuerza muy
semejante, ninguno de los cuales podía ni debía olvidar el vigor del contrario”.
Lo cierto es que la campaña electoral y la misma jornada del 16 de febrero se vivió en un
ambiente muy enrarecido. La Ley Electoral era complicada en sí misma y planteaba una
segunda vuelta y la discusión de las Actas de Diputado en el Parlamento. La dimisión el 19 de
febrero del Presidente del Gobierno, Portela Valladares, facilitaría que el Presidente de la
, Frente Popular y Guerra Civil Española
República, Alcalá Zamora, nombrase al líder del Frente Popular, Manuel Azaña, como
Presidente del Consejo de Ministros y Jefe del Gobierno cuando los resultados y las
posibles segundas vueltas -no en todas las circunscripciones- se hubiesen llevado a cabo. No
obstante, los partidos de derecha, en su mayoría, acabarían por aceptar los resultados.
Las memorias de Niceto Alcalá Zamora Asalto a la República recientemente publicadas dan
idea de los diarios robados del primer presidente de la República. Este libro, primer volumen de
una trilogía, incluye también cartas inéditas y las actas de los votos obtenidos en las elecciones
a Cortes del 16 de febrero de 1936.
Para el entonces Presidente de la II República los resultados sufrieron alteraciones
fundamentales en el transcurso de las horas, y en los días siguientes a la elección por la huida
de los gobernadores, intromisión de los Comités del Frente Popular en la falsificación de actas,
por amaños en las votaciones y por otros fraudes.
"... A pesar de los refuerzos sindicalistas, el Frente Popular obtenía solamente un poco más,
muy poco, de 200 actas, en un Parlamento de 473 diputados. Resultó la minoría más
importante; pero la mayoría absoluta se le escapaba. Sin embargo, logró conquistarla,
consumiendo dos etapas a toda velocidad, violando todos los escrúpulos de legalidad y de
conciencia ..."
"... Desde el 17 de febrero, incluso desde la noche del 16, el Frente Popular, sin esperar al fin
del recuento del escrutinio y la proclamación de los resultados, la que debería haber tenido
lugar ante las Juntas Provinciales del Censo el jueves 20, desencadenó en la calle la ofensiva
del desorden..."
Sin embargo, el Presidente del gobierno de la República, Portela Valladares, que había sido
nombrado por el propio Alcalá Zamora con la pretensión de que éste crease una fuerza política
de centro que pudiese competir con derechas o izquierdas declaró:
"... Las elecciones realizadas en febrero de 1936 con todo el orden deseado, han consagrado
el triunfo del Frente Popular; tengo, para afirmarlo, la autoridad que me da la presidencia de
este Gobierno. La gestión electoral fue reconocida por los partidos de la derecha como una
legalidad de su derrota. No puede hablarse en justicia de que se falseó el sufragio, porque ello
significaría un alegre embuste. Estoy dispuesto a afirmarlo en todo momento, para que la
conducta de cada cual quede en su lugar...".
Con unos resultados, todavía en discusión, que daban el triunfo al FP y que cerraban el camino
político para una república de derechas se dieron los primeros intentos para cambiar la
situación por la fuerza. El jefe de la CEDA, José María Gil Robles, maniobró cerca del
presidente en funciones, Portela Valladares, para que declarase el Estado de Guerra y
detuviese la entrega del poder a las izquierdas. José Calvo Sotelo, al frente de Renovación
Española, era de la misma opinión, así como el general Franco, Jefe del Estado Mayor del
Ejército, quien argumentaba la necesidad de aplicar la Ley de Orden Público de 1933 que
habría entregado el poder a la autoridad militar. La búsqueda de los apoyos necesarios entre el
Ejército y la Guardia Civil fracasó ante la resistencia del poder civil, y el intento de llevar a
cabo un golpe de fuerza no encontró viabilidad.
Gobierno del Frente Popular
Demostrando mayor debilidad de la prevista y ante la dificultad y complejidad de la situación, el
Presidente del Gobierno en funciones abandonó el poder entregándolo a la coalición ganadora
antes de tiempo. Manuel Azaña forma gobierno el 19 de febrero. Entre las primeras medidas
del nuevo gobierno frentepopulista estuvo el alejamiento del poder de los generales más
peligrosos y sospechosos de una actitud contraria al nuevo orden de cosas. Franco a
Canarias, Goded a Baleares y Mola a Navarra. Otros quedaron disponibles de traslado y,
también, de vigilancia, como Fanjul, Orgaz, Villegas y Saliquet. Esta política centrífuga hacia
los militares más destacados se demostró por completo ineficaz al no impedir que se llevasen
contactos para un futuro levantamiento, e incluso en algunos casos estimuló el desafecto por la
República y favoreció cierta movilidad conspirativa al alejarse del foco de atención.
GUERRA CIVIL ESPAÑOLA 1936 – 1939
La Guerra Civil que enfrentó a los españoles en la segunda mitad de los años treinta fue el
resultado directo de una situación antagónica que durante años fue alimentando las diferencias,
las oposiciones y los odios que desde el siglo XIX habían caracterizado las relaciones políticas
y sociales.
La España de julio de 1936 ofrece un panorama atrasado y empobrecido por la influencia de
los graves problemas internos que afectan de igual manera a las estructuras políticas,
económicas o sociales, donde amplios sectores de la población viven en condiciones
miserables y reclaman reformas y transformaciones radicales. La caída de la Monarquía y su
sustitución por un nuevo régimen, el republicano, fue el marco histórico en el que se desarrolló
la tragedia última que llevaría de una forma inevitable a la lucha fratricida. La difícil situación
encontró pocas soluciones y aún se vio entorpecida por el egoísmo de unos y el sectarismo de
otros que ignoraron o alentaron el hambre de justicia social que sacudía a buena parte del
pueblo español.
En julio de 1936 se enfrentaron entre sí dos bandos, dos Españas en suma, que mostraban
diferentes modos de ser y de hacer España. Dos intentos, con razón o sin ella, que trabajaron y
lucharon por una España distinta en el marco complejo y violento de la década de los treinta en
España y en el mundo.
Elecciones de febrero de 1936. El triunfo del Frente Popular
El último episodio de la II República vino de la mano de las elecciones que acabarían por dar
el triunfo al Frente Popular. Estas elecciones se habrían de celebrar los días 16 y 23 de
febrero de 1936. La convocatoria, organización y supervisión estuvo en manos de un gobierno
republicano centrista presidido por Manuel Portela Valladares, veterano político liberal
nombrado por el Presidente de la República, Niceto Alcalá-Zamora.
Los resultados finales de las elecciones de febrero de 1936 se mantienen en el terreno de la
confusión. La izquierda se proclamó vencedora, probablemente antes de tiempo, y los partidos
de la derecha acabaron por aceptarlo. La campaña fue muy agresiva y se respiraba una
tensión muy superior a los comicios celebrados con anterioridad. Los partidos obreros
arrastraron en el Frente Popular a los burgueses de izquierda con un discurso marcadamente
revolucionario. La derecha, más desunida, planteó unas elecciones por la supervivencia. El
historiador Enrique Moradiellos la definiría como «una campaña muy intensa y polarizada
que pareció otorgarles el perfil de un plebiscito existencial». El entendimiento resultaría
muy difícil. Los meses previos registraron enfrentamientos, los discursos y los mítines dejaban
pocas dudas acerca de la actuación de los unos y de los otros tras la jornada electoral. Los
resultados fueron confusos, y aún hoy en día son objeto de debate historiográfico.
En cuanto a la historiografía el debate existe desde que se conocieron los resultados. Hubo
muchas irregularidades, actas de diputados que fueron protestadas, otras anuladas, actas
perdidas o alteradas, repetición de votaciones, … A esto contribuye el hecho de que el
gobierno nunca publicó los resultados en su integridad. Recientemente los historiadores
Manuel Álvarez Tardío y Roberto Villa García apoyan la tesis de una victoria de las
candidaturas de derechas que fue laminada por el fraude consentido por el gobierno
saliente -1936: Fraude y violencia en el Frente Popular (2017)-. Idea que comparte el
historiador norteamericano Stanley Payne. Otros como Hugh Thomas, Bolloten, Abella, Javier
Tusell, Juan Pablo Fussi, Santos Juliá, Tuñón de Lara, Seco Serrano o Ángel Viñas discuten
este fraude o lo consideran de difícil demostración.
Javier Tusell apreciaba que “en febrero de 1936 existían en España dos bloques de fuerza muy
semejante, ninguno de los cuales podía ni debía olvidar el vigor del contrario”.
Lo cierto es que la campaña electoral y la misma jornada del 16 de febrero se vivió en un
ambiente muy enrarecido. La Ley Electoral era complicada en sí misma y planteaba una
segunda vuelta y la discusión de las Actas de Diputado en el Parlamento. La dimisión el 19 de
febrero del Presidente del Gobierno, Portela Valladares, facilitaría que el Presidente de la
, Frente Popular y Guerra Civil Española
República, Alcalá Zamora, nombrase al líder del Frente Popular, Manuel Azaña, como
Presidente del Consejo de Ministros y Jefe del Gobierno cuando los resultados y las
posibles segundas vueltas -no en todas las circunscripciones- se hubiesen llevado a cabo. No
obstante, los partidos de derecha, en su mayoría, acabarían por aceptar los resultados.
Las memorias de Niceto Alcalá Zamora Asalto a la República recientemente publicadas dan
idea de los diarios robados del primer presidente de la República. Este libro, primer volumen de
una trilogía, incluye también cartas inéditas y las actas de los votos obtenidos en las elecciones
a Cortes del 16 de febrero de 1936.
Para el entonces Presidente de la II República los resultados sufrieron alteraciones
fundamentales en el transcurso de las horas, y en los días siguientes a la elección por la huida
de los gobernadores, intromisión de los Comités del Frente Popular en la falsificación de actas,
por amaños en las votaciones y por otros fraudes.
"... A pesar de los refuerzos sindicalistas, el Frente Popular obtenía solamente un poco más,
muy poco, de 200 actas, en un Parlamento de 473 diputados. Resultó la minoría más
importante; pero la mayoría absoluta se le escapaba. Sin embargo, logró conquistarla,
consumiendo dos etapas a toda velocidad, violando todos los escrúpulos de legalidad y de
conciencia ..."
"... Desde el 17 de febrero, incluso desde la noche del 16, el Frente Popular, sin esperar al fin
del recuento del escrutinio y la proclamación de los resultados, la que debería haber tenido
lugar ante las Juntas Provinciales del Censo el jueves 20, desencadenó en la calle la ofensiva
del desorden..."
Sin embargo, el Presidente del gobierno de la República, Portela Valladares, que había sido
nombrado por el propio Alcalá Zamora con la pretensión de que éste crease una fuerza política
de centro que pudiese competir con derechas o izquierdas declaró:
"... Las elecciones realizadas en febrero de 1936 con todo el orden deseado, han consagrado
el triunfo del Frente Popular; tengo, para afirmarlo, la autoridad que me da la presidencia de
este Gobierno. La gestión electoral fue reconocida por los partidos de la derecha como una
legalidad de su derrota. No puede hablarse en justicia de que se falseó el sufragio, porque ello
significaría un alegre embuste. Estoy dispuesto a afirmarlo en todo momento, para que la
conducta de cada cual quede en su lugar...".
Con unos resultados, todavía en discusión, que daban el triunfo al FP y que cerraban el camino
político para una república de derechas se dieron los primeros intentos para cambiar la
situación por la fuerza. El jefe de la CEDA, José María Gil Robles, maniobró cerca del
presidente en funciones, Portela Valladares, para que declarase el Estado de Guerra y
detuviese la entrega del poder a las izquierdas. José Calvo Sotelo, al frente de Renovación
Española, era de la misma opinión, así como el general Franco, Jefe del Estado Mayor del
Ejército, quien argumentaba la necesidad de aplicar la Ley de Orden Público de 1933 que
habría entregado el poder a la autoridad militar. La búsqueda de los apoyos necesarios entre el
Ejército y la Guardia Civil fracasó ante la resistencia del poder civil, y el intento de llevar a
cabo un golpe de fuerza no encontró viabilidad.
Gobierno del Frente Popular
Demostrando mayor debilidad de la prevista y ante la dificultad y complejidad de la situación, el
Presidente del Gobierno en funciones abandonó el poder entregándolo a la coalición ganadora
antes de tiempo. Manuel Azaña forma gobierno el 19 de febrero. Entre las primeras medidas
del nuevo gobierno frentepopulista estuvo el alejamiento del poder de los generales más
peligrosos y sospechosos de una actitud contraria al nuevo orden de cosas. Franco a
Canarias, Goded a Baleares y Mola a Navarra. Otros quedaron disponibles de traslado y,
también, de vigilancia, como Fanjul, Orgaz, Villegas y Saliquet. Esta política centrífuga hacia
los militares más destacados se demostró por completo ineficaz al no impedir que se llevasen
contactos para un futuro levantamiento, e incluso en algunos casos estimuló el desafecto por la
República y favoreció cierta movilidad conspirativa al alejarse del foco de atención.
