6.b. Las guerras de Cuba, el conflicto bélico contra EEUU y la crisis de 1898
Los factores de la pérdida de las colonias y crisis de fin de siglo XIX se explican desde el
itinerario de los procesos independentistas. España dejará de ser potencia colonial durante
el reinado de Fernando VII (1808-33). La mayor parte de las colonias en América habían
obtenido la independencia al transformarse en repúblicas gobernadas por la minoría criolla
de los descendientes de españoles. Tras 1825, España sólo poseerá, en América, Cuba y
Puerto Rico que, junto con Filipinas y Guam en Pacífico, constituían los últimos restos del
gran imperio heredado de los Austrias. En 1823 el Pte. norteamericano J. Monroe (1817-25)
había respaldado estos procesos en un famoso discurso/doctrina: mediante la frase
“América para los americanos”, formuló la política de su país respecto al resto de los
territorios del continente, considerados de interés para EEUU, y que continuarán en el s. XX
con la política del “Gran Garrote”, de Th. Roosevelt (1901-1909).
A m. del s. XIX, Cuba tenía mayores relaciones comerciales con EEUU que con España, a
pesar de que se mantenía el monopolio comercial tradicional. Existía en la isla un
movimiento que solicitaba una liberalización económica y una mayor autonomía en lo
político. El estallido de la “Gloriosa” (1868) lo alentará, pero España no lo aprovechará y
solo ofrecerá ciertas medidas liberalizadoras que los independentistas cubanos, criollos y
mestizos consideraron insuficientes, pues había deseos de constituirse en una República
independiente. Los españoles residentes en la isla, que se beneficiaban de la situación de
monopolio, se negaban a aceptar cualquier medida liberalizadora y exigían a Madrid más
dureza frente al independentismo. El conflicto degeneró en una guerra de 10 años, la
llamada Guerra “Grande” o “Larga” (1868-78), que concluyó con la Paz de Zanjón (10-2-78),
firmada por el general Martínez Campos, tras conseguir la pacificación de la isla. España,
además de conceder el indulto a los insurgentes, se comprometía a permitirles cierto
intervencionismo en asuntos internos cubanos.
Algunos líderes, como Antonio Maceo, rechazaron la paz y siguieron trabajando por la
independencia, desde el exilio, con el apoyo más o menos encubierto de EEUU. La calma
se mantendrá hasta 1895. Pero la paz solo fue una tregua porque la sociedad seguía
estando dividida entre españoles (partidarios de la unidad, monopolio, proteccionismo...),
criollos (querían poder, autonomía dentro de la soberanía española, librecambismo...) y
mestizos (independencia de España). Cualquier intento de reforma en uno u otro sentido
chocaba con los intereses de cada colectivo: Antonio Maura (ministro de Ultramar) en 1892,
presentó un proyecto de autonomía de Cuba/Pto. Rico que pusiera a los criollos de parte de
España, pero el Pte. Cánovas, presionado por su partido, no lo sacó adelante.
El proceso se hace patente entre 1895-98, al estallar una guerra de independencia de
nuevo. Estará dirigida por José Martí, ideólogo y líder del independentismo cubano.
Deportado en España durante el anterior conflicto, trasladado a EEUU para fundar el
Partido Revolucionario Cubano, entrará en contacto con otros líderes independentistas
como Máximo Gómez o Maceo, y ambos encabezan el bando guerrillero cubano
(mambises), muriendo Maceo (1896). Optan por la táctica de guerrillas, en zonas rurales,
evitando el enfrentamiento directo con el ejército español, muy superior. Nuevamente fue
enviado Martínez Campos a sofocar la rebelión, pero ante su fracaso, fue sustituido por
Valeriano Weyler, que lleva a cabo una durísima represión logrando reducir la guerrilla.
Cánovas aprovecha esta mejor posición (1897) para introducir algunas reformas, pero son
ya insuficientes.
Los factores de la pérdida de las colonias y crisis de fin de siglo XIX se explican desde el
itinerario de los procesos independentistas. España dejará de ser potencia colonial durante
el reinado de Fernando VII (1808-33). La mayor parte de las colonias en América habían
obtenido la independencia al transformarse en repúblicas gobernadas por la minoría criolla
de los descendientes de españoles. Tras 1825, España sólo poseerá, en América, Cuba y
Puerto Rico que, junto con Filipinas y Guam en Pacífico, constituían los últimos restos del
gran imperio heredado de los Austrias. En 1823 el Pte. norteamericano J. Monroe (1817-25)
había respaldado estos procesos en un famoso discurso/doctrina: mediante la frase
“América para los americanos”, formuló la política de su país respecto al resto de los
territorios del continente, considerados de interés para EEUU, y que continuarán en el s. XX
con la política del “Gran Garrote”, de Th. Roosevelt (1901-1909).
A m. del s. XIX, Cuba tenía mayores relaciones comerciales con EEUU que con España, a
pesar de que se mantenía el monopolio comercial tradicional. Existía en la isla un
movimiento que solicitaba una liberalización económica y una mayor autonomía en lo
político. El estallido de la “Gloriosa” (1868) lo alentará, pero España no lo aprovechará y
solo ofrecerá ciertas medidas liberalizadoras que los independentistas cubanos, criollos y
mestizos consideraron insuficientes, pues había deseos de constituirse en una República
independiente. Los españoles residentes en la isla, que se beneficiaban de la situación de
monopolio, se negaban a aceptar cualquier medida liberalizadora y exigían a Madrid más
dureza frente al independentismo. El conflicto degeneró en una guerra de 10 años, la
llamada Guerra “Grande” o “Larga” (1868-78), que concluyó con la Paz de Zanjón (10-2-78),
firmada por el general Martínez Campos, tras conseguir la pacificación de la isla. España,
además de conceder el indulto a los insurgentes, se comprometía a permitirles cierto
intervencionismo en asuntos internos cubanos.
Algunos líderes, como Antonio Maceo, rechazaron la paz y siguieron trabajando por la
independencia, desde el exilio, con el apoyo más o menos encubierto de EEUU. La calma
se mantendrá hasta 1895. Pero la paz solo fue una tregua porque la sociedad seguía
estando dividida entre españoles (partidarios de la unidad, monopolio, proteccionismo...),
criollos (querían poder, autonomía dentro de la soberanía española, librecambismo...) y
mestizos (independencia de España). Cualquier intento de reforma en uno u otro sentido
chocaba con los intereses de cada colectivo: Antonio Maura (ministro de Ultramar) en 1892,
presentó un proyecto de autonomía de Cuba/Pto. Rico que pusiera a los criollos de parte de
España, pero el Pte. Cánovas, presionado por su partido, no lo sacó adelante.
El proceso se hace patente entre 1895-98, al estallar una guerra de independencia de
nuevo. Estará dirigida por José Martí, ideólogo y líder del independentismo cubano.
Deportado en España durante el anterior conflicto, trasladado a EEUU para fundar el
Partido Revolucionario Cubano, entrará en contacto con otros líderes independentistas
como Máximo Gómez o Maceo, y ambos encabezan el bando guerrillero cubano
(mambises), muriendo Maceo (1896). Optan por la táctica de guerrillas, en zonas rurales,
evitando el enfrentamiento directo con el ejército español, muy superior. Nuevamente fue
enviado Martínez Campos a sofocar la rebelión, pero ante su fracaso, fue sustituido por
Valeriano Weyler, que lleva a cabo una durísima represión logrando reducir la guerrilla.
Cánovas aprovecha esta mejor posición (1897) para introducir algunas reformas, pero son
ya insuficientes.